¿Por qué ser bético?

En vista de que nuestras casas no sufren los efectos de las bombas, los sueldos no decrecen, los supermercados permiten seguir adquiriendo todo lo comprable y el terrorismo no ha fijado todavía su intolerable presencia en ningun Hipercor, el interés colectivo por los infiernos de la lejana Bagdad comienza a apaciguarse. Imagino que ya no se venden tantos periódicos y que muchos espectadores practican el «zapping» con gesto hastiado cada vez que tanques y aviones acaparan el protagonismo. Si la barbarie se prolonga, el cadáver de un niño dejará de ser noticia. 


Nuestra capacidad de estremecimiento ante las tragedias ajenas es lógicamente limitada, pero será hermoso continuar maldiciendo a los guerreros hasta el último día y exponiéndose a que un lacayo del Poder te rompa la cabeza por alterar el. Orden en una manifestación contra la guerra, el más asqueroso de sus Negocios. 

Después de asistir a esa Misa, consistente en empaparte de los informativos, me concentro en la nueva entrega del casi siempre estimulante Jesús Quintero. Desgraciadamente, sólo puedo soportar los primeros minutos de un programa dedicado a los poetas andaluces. Igualmente, prescindiría de una antología de los poetas conquenses o navarros. 

La imagen de Quintero y su perro, paseando por los campos floridos, mientras que una voz recita la poesía de Lorca o de Alberti, no aporta nada decisivo a mi torturado espíritu. Prefiero sumergirme sin aditamentos de bandas sonoras en los poemas impresos de Kavafis, Pessoa, Cernuda, Gil de Biedma o Claudio Rodríguez, o volver a revolcarme de risa con los diálogos y las situaciones que se inventó Ben Hetch, coordinó Hawks, e interpretaron Cary Grant y Rosalind Russell, sobre un complejo, tramposo, volcánico y admirable director de periódico.

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