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Como se recordará, se les prohibió hasta opinar en tan vital y eminentemente militar tema. Y lo consintieron, como después consintieron todo, por miedo a que les colocaran el muerto de la autonomía militar, con lo que no serían de los elegidos y, sabido es, que tan sólo los elegidos llegan al cargo político que han logrado sea el generalato. 

No es hora ni momento de entrar en detalles. Lo cierto es que, con el paso del tiempo y la eficaz ayuda de unas impresentables leyes militares «ucedistas» y de gran parte de las clases política y periodística, que cargaron sobre la militar el peso de un golpe que sólo ella evitó con su aislamiento de los ejecutores, otra «Trinca», formada por dos catalanes y un conocido canonista, puso en marcha la teoría francesa de que el ejército ha de ser «la grande muette». E impuso la teoría, pues los cadáveres no hablan, con una ley que en su fase de proyecto los militares llamaban «de la defunción militar». 


Eran y son muchos los aplausos a quienes han machacado todo lo castrense, pero mucho más al caqui que les doblegó hace medio siglo. Aplausos que hicieron callos en las manos cuando Gorbachov se nacionalizó americano, cosa que no tenía importancia ante la certeza de que se acabarían las guerras y, con ellas y al fin, los ejércitos. Atacó el iraquí y empezaron a resquebrajarse las estructuras, menos las de Felipe, que, a bote pronto y sin necesidad de consultar libro alguno, dijo aquello de que lo que ocurría era «regional», majadería sólo comparable al «distinto y distante» de nuestra afortunadamente casi olvidada esfinge escritora, que muy bien pudo prestarle a su sucesor el libro que no consultó. A poco, los americanos entran en Liberia por las buenas. Y la progresía, que en lo de Granada y Libia vociferó, calla como disciplinado ejército. 

Y el que había echado a los americanos de Torrejón reconoce que la base les pertenece y les permite todo. Y, tras perder el primer tren de la participación por su errática política y por no tener con qué participar, ahora decimos que si una fragata. Pero dudamos, quizá no tanto por no saber si nuestros más que válidos marinos serán capaces de hacerla llegar hasta allá con las mimadas tripulaciones que les imponen, como por, el qué pintan allí sin vestuario adecuado, caretas antigás, ni etc, etc...

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