Nueva lección de los equipos ingleses

Estos acontecimientos también son remarcables bajo otro aspecto. Aquellos que son virtuosamente hostiles al fin de la Historia deberían interrogarse sobre el giro que efectua en este momento dicha Historia, sobre estos acontecimientos actuales, no solamente de su fin (que todavía formaba parte del fantasma lineal de la Historia), sino también de su giro y de su desaparición sistemática. Estamos borrando todo el siglo XX. Estamos borrando uno a uno todos los signos de la guerra fría, quizá incluso todos los signos de la Segunda Guerra Mundial, y los de todas las revoluciones ideológicas y políticas del siglo XX. 


La reunificación de Alemania y muchas otras cosas son inevitables, no sólo en el sentido de un vuelco hacia delante de la Historia, sino en el sentido de una reescritura al revés de todo el siglo XX, que va a ocupar los diez últimos años del fin del siglo. Al paso que vamos, pronto habremos vuelto al Santo Imperio romano-germánico. Y es ésta, quizá, la iluminación de este fin de siglo y el verdadero sentido de esta fórmula polémica del fin de la Historia. Lo que estamos haciendo, en una especie de duelo entusiasta, anulando todos los acontecimientos que caracterizan este siglo, blanqueándolo, como si todo lo que ha sucedido -las revoluciones, la partición del mundo, la exterminación, la transnacionalización violenta de los Estados, el suspense nuclear, breve, la Historia moderna- no fuera más que un embrollo sin salida. Todo el mundo se ha puesto a deshacer esta historia con el mismo entusiasmo con que se puso a construirla. 

Restauración, regresión, rehabilitación, resurgimiento de antiguas fronteras, de viejas diferencias, de singularidades, religiones, arrepentimiento, incluso al nivel de las costumbres... parece que todos los signos de libertades adquiridas en un siglo van atenuándose, y quizá acabarán por apagarse uno a uno: nos hallamos inmersos en un gigantesco proceso de revisionismo, no ideológico, sino de revisión de la Historia misma y parece que tenemos prisa por hacerlo antes del fin de siglo. ¿Quizá en la secreta esperanza, con la llegada del nuevo milenio, de recomenzar desde cero? 

¿Y si pudiésemos restaurar todo al estado inicial? Pero, ¿antes de qué? ¿Antes del siglo XX? ¿Antes de la Revolución? ¿Hasta dónde puede llevarnos esta reabsorción, esta anulación? Todo esto puede ir muy deprisa (como muestran los acontecimientos del Este), justamente porque no se trata de construir algo, sino de un desmoronamiento masivo de la Historia, que va tomando una forma casi viral y epidémica. ¿Puede ser que finalmente nunca llegue el año 2000, como se había profetizado, simplemente porque la curvatura de la Historia se habrá inclinado tanto en sentido inverso que jamás atravesará este horizonte de tiempo?

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