Raúl, el líder del Rhur

Bajo el ojo severo del Partido, sorteando los constantes ataques que en los últimos tiempos los órganos de la prensa oficial dirigen contra la excesiva liberalización de las artes, la música se ha revelado como la forma de expresión más dinámica en el desierto cultural chino. Ha llegado para la República Popular el momento del «rock'n roll», como forma de reivindicación social que dice con música lo que no se podría expresar con palabras. En los ochenta, al ritmo de las primeras reformas, fue la literatura con el nacimiento de la revista de vanguardia Hoy y la corriente poética «menglong» (oscura) la que reflejó la actitud de una generación desencantada. Ahora la juventud china ha descubierto en el rock una vía a la vez sutil y agresiva que canalice sus energías y alivie su incertidumbre. El proceso se aceleró a raíz de los sucesos de Tiananmen. 

Durante los meses que siguieron a aquel junio trágico, mientras aún controlaban las calles las patrullas de la ley marcial, se gestó el nacimiento del rock en pequeños locales semi-clandestinos. Las sesiones eran abiertas: subía al escenario todo aquel que tuviera algo que decir. Olvidados ya los tiempos del viejo Shanghai, en los que era fácil escuchar desde un tango a un cuplé, la Revolución Cultural se encargó de que las famosas «ópera modelo» -apoyadas por la viuda de Mao, las canciones patrióticas y los himnos revolucionarios constituyeran todo el universo musical. Sólo a partir de finales de los 70, China se reconcilió con Beethoven y los clásicos, se reciclaron las óperas tradicionales y hubo un revival de la música folklórica.


Pero resulta imposible hablar del rock en China sin referirnos a Cui Jian, pionero en esta cruzada de «apropiación» del género. Sin apenas referencias de la evolución de. la música en Occidente, comenzó en 1986 a componer letras exclusivamente en chino con un marcado contenido social, demostrando que no era necesario utilizar el vehículo anglosajón para hablar de problemas autóctonos. Trompetista de música clásica, fue expulsado en el 86 de la Orquesta Sinfónica de Pekín por sus tempranos coqueteos con la música occidental.

Esto significó su ruptura con la música clásica y el aceleramiento del primer rock independiente. Cui Jian pronto vio claro que sólo podría hacer la música que quería prescindiendo de la cobertura de un trabajo «oficial». Renunciar a la protección de la «unidad de trabajo», célula primaria del sistema social, es más que quedarse en el paro: significa prescindir de salario y de vivienda, renunciar al censo para residir en la capital, quedar privado de asistencia social y de la cobertura para todo trámite legal, desde el contrato del gas hasta el permiso de matrimonio.

Vetado durante más de un año, la relajación de posturas del88 le permitió sacar a la luz su primera cinta, La nueva larga marcha del rock and roll, título de una de las canciones en la que alude a Mao Zedong, en un irreverente paralelismo entre la epopeya impulsada por el Gran Timonel y el papel reservado al rock en el momento actual.

A primeros del año pasado, Cui Jian y su grupo ofrecieron una gira a beneficio de los Juegos Asiáticos. Desde el primer concierto el éxito de taquilla y de público superó todas las predicciones. Los organizadores comprobaron a la vista de las primeras pancartas con contenidos ambigüos el peligro oculto y optó por retirar los permisos. Al interrogarle sobre la relación del rock chino con las producciones occidentales dice: «Ante la música, todos somos iguales. Hasta hace muy poco no conocía lo que se estaba haciendo fuera. Ahora lo conozco y me gusta, pero China tiene también un valioso pasado cultural».

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