Shakira en la cumbre de las Américas

Sin duda, lo mejor de la VI Cumbre de las Américas ha sido la actuación de Shakira. La segunda buena noticia es que se celebra en Cartagena de Indias, una de las ciudades más hermosas del mundo. El tercer acierto es que al presidente Barack Obama le han confeccionando una guayabera que alivia los sofocos del Caribe. Por lo demás, este encuentro entre los países latinoamericanos y su vecino del Norte puede dar resultados tan estériles como esas terapias de pareja en las que los reproches acaban por ser circulares.

La primera cumbre se organizó en 1994 bajo el mandato de Clinton y los objetivos principales eran la unificación del comercio y la eliminación de barreras que obstaculizaban el flujo del mercado. Casi 20 años después, los intereses en el continente latinoamericano se han atomizado con otras alianzas como el Alba o Mercosur. Y si vamos a hablar de impedimentos, en EEUU cada vez es más creciente la tendencia aislacionista.

En cuanto al otro gigante económico, Brasil, su política proteccionista choca de frente con la Administración Obama. Una disonancia que se ha notado en el reciente viaje de Dilma Rousseff a Washington, donde la presidente brasileña no dudó en transmitirle a su homólogo americano sus diferencias con la política monetaria de Washington. En otro extremo se halla Argentina, con Cristina Fernández agitando el lema peronista de «Vamos a crecer con lo nuestro» y espantando a inversores extranjeros como Repsol con expropiaciones arbitrarias. Obama llegó a Cartagena con la certeza de que el énfasis recaería en las diferencias que los separan. En lo relativo a la lucha contra el narcotráfico, por primera vez Estados Unidos se ha mostrado receptivo a las propuestas a favor de regular el consumo de drogas que defiende el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina. A pesar de que la Casa Blanca ha aclarado que se opone a la legalización, Obama ha acudido a la cumbre dispuesto a escuchar los argumentos de los países que más sufren la violencia que generan los carteles de la droga.

Desafortunadamente, el tema de Cuba vuelve a ser uno de los escollos insalvables con el debate de su posible integración a futuras cumbres. Una manzana envenenada que arrojó el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, a modo de maleficio del socialismo del siglo XXI. Ante la negativa de la Administración Obama a acoger a una nación cuyo Gobierno es totalitario, Correa decidió no asistir, pero les dejó un reclamo tóxico que secunda hasta el propio presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. En una declaraciones al diario El Tiempo, Santos se ha mostrado más preocupado por liderar el coro a favor del levantamiento del embargo, que por ejercer presión para que la dictadura más antigua de Occidente inicie una transición pacífica.

El otro frente que le esperaba a Obama es el contencioso británico argentino por la soberanía de las Malvinas, y hasta ahora Washington se ha alineado con el Reino Unido y la voluntad de los kelpers. La delegación de EEUU ha tenido a su favor el debilitamiento de otro agitador, Hugo Chávez, más ocupado en defender su salud que en atacar al imperio yanqui. Cuando Obama y el resto de los asistentes se despidan, seguramente se sentirán como esos viejos amantes cuyas broncas terminan en un diálogo de sordos. Eso sí, tendrán el consuelo de decirse, «El año que viene a la misma hora». Un respiro antes de la próxima terapia de grupo.

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