Aún quedan herejes

Gramsci, Terracini, Bordiga, los herejes de la iglesia comunista, fueron los iniciadores de un disenso que llega hasta nuestros días. No pocos consideran al actual secretario Achille Occhetto como su último heredero. Palmiro Togliatti dirige el PCI durante los años de la clandestinidad. Guiará también su destino en la posguerra, cuando el partido llega al Gobierno en 1945 hasta 1948, además de la larga estación -todavía vigente- de la oposición parlamentaria. Tras la muerte de Togliatti, en Rusia en 1964, el discreto Luigi Longo toma las riendas del partido. Bajo su mandato empieza la toma de distancias con el PCUS a través de la condena de la invasión de Praga de 1968. 

Le sucederá en 1972 Enrique Berlinguer, el más amado líder comunista y uno de los pocos políticos admirado por los italianos. A Berlinguer le tocará los años del terrorismo, de la ilusión del eurocomunismo, de la ruptura con Moscú y del compromiso histórico, es decir de la estrategia de alianzas con la Democracia Cristiana. A pesar de la moderación de la que hizo gala, el PCI no consiguió gobernar nunca, dando lugar con su actitud en cambio a la salida del grupo llamado «Il manifesto» de sus filas en respuesta a lo que consideraba una excesiva blandura. 

Durante los años 70, el comunismo italiano vive su época de oro, se populariza; ser de izquierdas es la tónica general, el feminismo irrumpe con fuerza en el partido y se puede escuchar a Berlinguer hablar del amor en sus mítines. Parece que de un momento a otro el PCI esté a punto de dar el gran salto. Pero, en 1979 cambian los aires. 

El PCI pierde votos y a partir de ese momento su descenso es imparable. La sociedad de los 80 se adapta más al pragmatismo de los democristianos y a la eficiencia y falta de escrúpulos de los socialistas que al idealismo poco factible de los comunistas. La elección de Alessandro Natta, hombre cultísimo pero poco dotado para la política complicará aún más las cosas. En 1987 Natta sufre un infarto y poco después -mitad por cuestiones de salud mitad por las críticas- dimite.

Es el turno de Achille Occhetto que será el último secretario del PCI. Ya en sus primeras intervenciones habla de reformismo e insiste en que los comunistas deben salir del ghetto en que están. Nada hacía esperar, sin embargo, su decisión de rejuvenecer la identidad comunista. Haciendo hincapié en la «perestroika» de Gorbachov y en la caída del comunismo además de la necesidad de llegar al gobierno, propone en noviembre de 1989 el nacimiento de un nuevo partido. Los comunistas se dividen: la mayoría está con Occhetto, un tercio quiere reformar el partido sin tener que firmar su acta de defunción, los poquísimos irreductibles no quieren ni una cosa ni otra. 

Al final después de un año de durísimo debate interno nace el Partido Demócrata de la Izquierda (PDS). Se acaba el centralismo democrático de Lennin por el que se negaba la existencia de corrientes internas. Queda una duda, ¿la adhesión tan mayoritaria a las tesis del compañero secretario no será la última expresión de la férrea obediencia leninista a la decisión del jefe?

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