Depurando responsabilidades

Una difusa impresión de burla flota sobre la conciencia política del ciudadano medio. Los ecos de la confusión generada por los portavoces gubernamentales durante la larga noche electoral del 29 de octubre han acabado, tras el fallo de la junta electoral murciana, en el reconocimiento de que las sospechas de turbiedad en el recuento de votos estaban fundadas. La primera señal de alarma para el sistema político español es que hayan sido precisos quince días para desenmarañar la tela de araña de las mixtificaciones tejidas por la administración socialista en torno a los resultados reales de los comicios.

Y que, aún hoy, sigan los socialistas atrincherados en negar la evidencia de una pérdida de mayoría absoluta que es el más duro golpe sufrido por el PSOE desde el 82. Todo este esfuerzo crispado por ocultar la realidad entraña el riesgo de generar una sospecha que, en justicia, sólo debe recaer sobre sus responsables reales: los hombres del actual Gobierno. 

El Partido Popular e Izquierda Unida deben asumir de inmediato que no exigir responsabilidades sobre este tema dejaría la propia legitimidad democrática española muy mal parada. De ahí la obligación, moral y política, de que aquellos que han arrebatado al PSOE su monopolio del poder sepan negociar ya el modo de pasar a despejar sin concesiones las tinieblas que el partido gobernante ha dejado planear sobre el proceso electoral.

Hay que proceder a la clarificación y, si fuera preciso, depuración de todas las responsabilidades. Porque responsabilidades hay. Y de entidad mayor. Empezando por ese inconcebible censo electoral tercermundista, en el que se han registrado toda clase de irregularidades: nombres duplicados, difuntos con derecho a voto, siguiendo con la actitud bananera de esos interventores socialistas, pillados con las manos en la mesa cuando ejercían el noble arte de votar en dos mesas diferentes.

Por cierto, ¿a qué espera González para suspenderlos de militancia? ¿O es que no le importa tener a tramposos agazapados en el Partido? En Murcia, el testarudo civismo de Izquierda Unida ha conseguido sacar a la luz esa reprobable picaresca que sigue aún prendida, como una enfermedad crónica heredada de la prehistoria política, al ejercicio de la libertad en el momento de acudir a votar a las urnas. Y no es de recibo que, en un país europeo ampliamente informatizado, lo sucedido se pretenda atribuir a errores técnicos. Lo que está en juego es un problema mayor de control de carácter político sobre el Ejecutivo. No debe nunca más darse pie a que se repita la zarzuela CorcueraConde de la noche del 290. Hay responsabilidades técnicas derivadas del 29.0. Y graves. Aznar y Anguita tienen ante sí la apuesta histórica de depurarlas.

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