Sara cantando y bailando

Una huerta al fondo suministraba legumbres. Una escalera exterior flanqueaba el muro y daba
a la terraza, donde era agradable dormir en las noches de verano.

El taller de alfarería estaba al lado de la casa.

Ayudada por las mujeres, Sara descendió. Natán la recibió con la habitual bendición:

¡Que el Eterno vuelva a la mujer que entrará en esta casa semejante a Raquel y a Lea, quienes, entre las dos, edificaron la casa de Israel!

Las mujeres que habían preparado a Sara la introdujeron en la casa y
le quitaron el velo. Ella se sentó sobre la estera que le habían preparado.
Se encontraba en la sala de estar, un espacio bastante grande en cuyo fondo se veían entremezcladas tinajas que contenían las reservas de agua, de grano y de aceite. 

A su izquierda, tras una puerta cerrada, estaba preparada la habitación que antaño habían compartido Natán y su difunta Raquel, y que a partir de ese momento sería de los recién casados.
De todas maneras, Sara pasaría esa noche en la habitación principal
junto a sus acompañantes. 

Dan, su padre, y Uriel, su hermano menor, dormirían en casa de Yojéved, hermana de Natán, que se encargaba del cuidado de los tres hombres desde la muerte de su cuñada Raquel.
Adentro, había bullicio, canto y baile. Les sirvieron una comida a Sara y a sus compañeras.

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