George Clooney en Tarrasa

George Clooney se va poniendo el abrigo mientras cierra tras de sí la puerta de su casa, a esas horas ya vacía. Terrassa, aún tercera capital del Modernismo no es Montecarlo pero uno espera que el alcalde salga de un lugar con vistas; no es así, es éste un barrio de la clase media obrera apenas pasadas las 8h. Sonríe y saluda como hace el resto de las cosas, sin énfasis gestuales, con cierto distanciamiento aparente algo monocorde. 

Es realmente friolero y no es extraño con el frío que está haciendo para los socialistas todavía a estas alturas de la película. Lo de George es una broma ya bastante extendida alusiva a la fotografía de campaña de Squire que, según los expertos del encuadre, lo sitúa entre el actor y Obama, pero él, así, con actitud de fajador, aclara: «No, no soy George Clooney, y sí, estoy en la tormenta perfecta».

Efectivamente, Pere Navarro, el secretario general del PSC, lleva un cuarto de hora en su cargo, y todavía estaba intentando aclimatarse y quitarse los lastres del tripartito cuando Mas, en medio de una crisis brutal, adelantó las elecciones y soltó el señuelo de la independencia obligando a todo el mundo a resituarse y a responder permanentemente a hipótesis tan hipótesis como: ¿si se llega a la independencia, el PSC se escindirá del PSOE? 

Su mujer, Àngels, que le ha acompañado en todos los charcos, me dirá más tarde: «Es que todo esto es muy gordo. Llevaba muy poco tiempo; al principio, a mí, la situación me sobrepasaba, pero uno ha de hacer lo que piensa». Y él reconocerá que hay amigos que aún le preguntan «Pere, dónde te has metido» y él les responde, «no es ningún lío, los socialistas ya luchamos contra la dictadura por Cataluña». Sin dramatismos.

Muy educado, va preparando su primera intervención en la furgoneta de campaña -apenas unos guiones-, y consulta con Manel, su jefe de prensa, cuánto tiempo tiene y, como defiende que él sólo cumple órdenes -no es cierto-, cuenta de repente el chiste de Moisés en su huida de Egipto. 

De cómo su general, al llegar al Mar Rojo, le aconsejó que se diera la vuelta y luchara contra los soldados del faraón y muriera así con gloria; de cómo su sacerdote le recomendó que se encomendase a Dios; y de cómo, dado que esas soluciones no acabaron de convencerle, apeló a su jefe de prensa, quien le sugirió que diese dos golpes en el suelo con el bastón para que se abriesen las aguas. «¿Funcionará?», preguntó Moisés; «Ni idea», le respondió el periodista, «pero si sale bien, te garantizo dos páginas en la Biblia». ¡Je! «Yo estoy dando bastonazos todos los días», reivindica.

Se me ocurre que, en esta ocasión el jefe de prensa de Moisés debe haber fichado por el president Mas. «Se cree que es Companys»; «un fracasado que se cree el mesías», dirá después de quien no había dado señales de vida política cuando él, a los 17 ya se apuntaba al socialismo de 1977.

Le interrumpe una llamada con la huelga de los funcionarios de limpieza. «Jordi, tienes que quedarte en Terrassa, estamos en emergencia, reunión a mediodía, la gente no puede estar entre la mierda, o por lo menos tiene que saber que no va a poder dejar la basura», ordena, «los trabajadores estaban contra la huelga y no les han dejado votar en asamblea. Protestan por la retirada de la paga de Navidad que el Gobierno me impide pagarles. Es de locura». Llegamos a un foro organizado por El Periódico de Catalunya (9 horas) en el Hotel Juan Carlos I. ¡Al fin, jardines tropicales!

Pero la calidez de la estampa es un espejismo. A lo largo del día, Navarro concederá una entrevista a La Sexta, otra a TV Terrassa, al Diari de Terrassa y al Diari del Vallès, porque toca atender a los medios locales, y se demostrará que los periodistas somos poco originales. Preguntas similares, respuestas idénticas.

Sin embargo, el anfitrión, Enric Hernández, le pregunta si va a hacer huelga y él responde que sí, y le repregunta si la hizo con Zapatero y, aunque está pillado, sin inmutarse, le dice, sincero, que no lo recuerda. «Cuando la primera reforma laboral», le aprietan, y tira de oficio: «Las circunstancias eran distintas». Ni un ápice de acritud entonces, más tarde le llamará uno de sus asesores para recomendarle ginseng para la memoria. «¡Es verdad!, ¡si yo nunca hago huelga porque soy alcalde y luego dono el sueldo!», se lamenta, «te pasas todo el día intentando explicar... y luego cometes un fallo en...»

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