Granada está repleta de bares

Granada es un bar. Una afirmación tan rotunda y necesariamente exagerada encierra, sin embargo, una parte de razón: el centro se va convirtiendo progresivamente en un parque temático de bares y terrazas. 

Comercios tradicionales de todo tipo cierran y en un plazo corto reabren reconvertido en bar sin que parezca importar a sus promotores que a su derecha, a su izquierda, de frente y a sus espaldas reine la competencia. De ahí que, convenientemente matizada, aquella primera afirmación exagerada vaya cobrando visos de verosimilitud: Granada se está convirtiendo en un bar.

Y no parece que esa progresiva transformación produzca satisfacción en la patronal. De hecho, Antonio García, gerente de la Federación Granadina de Hostelería, hace un pronóstico sombrío: "Quizá estamos ante una burbuja que un día puede explotar". 

García reconoce que existe una "sobreoferta" que explica por criterios de mercado: "Todo el mundo tiene derecho a buscarse la vida, pero si siguen aflorando continuamente, a ver si esto no revienta".

La proliferación de bares y terrazas no es un elemento tranquilizador: la Plaza Bib Rambla atrajo la atención –y no para bien– de la Academia de Bellas Artes de Granada. 

No sólo por la masificación, también por las dificultades de tránsito que entraña este popular espacio urbano contiguo a la Catedral. La céntrica y peatonal calle Navas sería el ejemplo de cómo un atractivo se convierte en elemento perturbador que termina por volverse en competencia por sí misma.

Pared con pared, local tras local a uno y otro lado de sus dos aceras en sus apenas 200 metros de longitud, todo son bares que rivalizan en la tapa más abundante que acompaña sin sobreprecio la bebida. 

Y como el atractivo de las tapas aparece en todas las guías turísticas y en todos los idiomas con el gancho de que dos o tres tapas pueden equivaler a la cena, a la larga ha terminado por representar una competencia seria para los restaurantes, que ven disminuidos su clientela de comidas.

Hay otra derivada consustancial: ruidos y ocupación de la vía pública. La de los ruidos es una batalla perdida que ha devaluado los pisos del entorno. Sobre la ocupación de la vía, la propia patronal reconoce que un alto porcentaje de terrazas ni siquiera solicita licencia. 

Con los infractores, la Federación de Hostelería no tiene recato en pedir a los inspectores municipales que sean "implacables". El consejo no cayó en saco roto y en 2013, según Raquel Rus, portavoz socialista, habría sido objeto de sanción una de cada dos terrazas. Hay 700.

Rus se basa en informaciones de la Policía Local. El dato "no va desencaminado", según el gerente de la patronal hostelera, pero tanto García como María Francés, concejal responsable de la licencia y gestión de terrazas, añaden un importante matiz: no todos los expedientes terminan en sanción. 

La concejal socialista añadió a su denuncia una cifra millonaria que enmarcó en "el afán recaudador" del Ayuntamiento. Francés rechaza el dato: "No sé de dónde saca esa cantidad es inexacta. Ha debido de hacer una extrapolación según número de expedientes abiertos", de los que la mitad están aún por resolver, según la patronal. "En cualquier caso", insiste Francés, "es lo que nos piden los hosteleros".

Y sí, lo piden: "No puede ser que enfrente de un bar que paga sus tasas y cumple con el número de mesas estipuladas, haya otro que no paga, no tiene licencia ni la ha solicitado o que paga por tres mesas y tiene colocadas ocho", afirma Antonio García. 

Los técnicos municipales, responsables de la inspección, se defienden: "¿Nos critican por hacer bien nuestro trabajo?".

La ordenanza "está para cumplirla", dice Francés. Distingue entre faltas leves, graves y muy graves. Las más frecuentes, carecer de licencia y, en ocasiones, ni siquiera haberla solicitado, pero –sobre todo– desplegar un número muy superior al especificado en el permiso. 

Más ruidos, de nuevo, con quejas de los vecinos y comerciantes de determinadas zonas que han merecido la atención del Defensor del Pueblo, que ha pedido diligencia en la gestión de las terrazas.

¿De qué forma? La ordenanza está abierta a que el Ayuntamiento declare saturada determinadas zonas y deniegue licencias. Pero Francés se defiende porque es una actividad "que crea riqueza". Así lo asegura la Federación: cada terraza supone casi dos puestos de trabajo en temporada o por todo el año. 

"¿Por qué oponerse?", insiste la edil. "Las terrazas se han convertido en un atributo de primer nivel en la estabilidad del negocio, más en una ciudad como Granada y su climatología".

Con un punto de fricción final: un euro por mesa y día, tarifas municipales que Francés considera "amortizadas con el primer café". No está de acuerdo García, que afirma que Granada "paga las terrazas más caras de Andalucía y está entre las más caras de España".

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