Toni Valení fue el mejor palmero que tuvo Peret

Corrían los años 70 y el show de Tom Jones acogía a la rumba catalana en el momento de mayor esplendor. Actuaba un trío: Peret y dos palmeros. 

Uno de ellos con unas perennes gafas oscuras que le tapaban gran parte de la cara. Era Tío Toni, amigo inseparable del catalán. Un tipo con el genio y el magnetismo de los irrepetibles. De los que transmiten sensaciones con su sola presencia, como Curro Romero o Rafael de Paula. O como lo fue el cantaor Beni de Cádiz.

Toni Valentí, que así se llamaba, era rumba. Rumba catalana de la Barcelona de posguerra en la que los jóvenes gitanos tenían dos opciones: cantar o dedicarse a la venta de textiles. Tío Toni se aferró a las dos salvavidas en una búsqueda constante de la felicidad.

Nacido en Palma de Mallorca, tenía dos años cuando su familia decidió trasladarse a Barcelona. Cayeron en el 26 de la calle de la Cera, en el barrio del Portal, dónde se fraguó en el fuego de la convicción un estilo. 

Los pioneros de la rumba más alegre se dieron cita allí, entre fiestas flamencas y puestos de venta. Coincidió con Peret y desde entonces serían inseparables.

Pero su historia no sólo está unida a la carrera del catalán. A los 14 años formó parte de Los 5 diabólicos del Rock and Roll con los que se subió por primera vez a un escenario en el Teatro Apolo. De rock sólo tenían el nombre. 

El grupo duró poco por culpa de un representante trincón que los dejó en la cuneta. Sin una peseta. Pasaron los años y durante la década de los 60 alternaría, junto con Peret, la vida de artista y la de comerciante. En los ratos libres ensayaban. El compás, al igual que las gafas de sol, fue su más fiel compañero. Eran días de necesidad y flamenco.

Voló a Montevideo y se reunió con su infatigable compañero en Argentina. En Buenos Aires probaron suerte con la venta de tejidos. Tío Toni estuvo allí un año entero y dicen que regresó rico. 


Peret había vuelto a España antes, lo que le permitió hacerse un hueco entre los artistas patrios. Toni se une a él como corista y palmero y debuta en Roses (Gerona). En 1965 graba su primer disco. Y llegaría también el primer éxito catapultado por la canción Belén, Belén.

En el año 1967 actuaron en el festival Midem de Cannes y empezaron a llover contratos por todo el mundo. Viajaron con la rumba por bandera allí donde se les solicitaba. Llegando incluso a cantar en el show de Tom Jones. 

Su valía como palmero hizo que otros artistas se fijaran en él: Antonio González, Lola Flores o Dolores Vargas. Y grabó en 1975 con Serrat Caminito a la obra. Serían los años dorados de su carrera musical.

El brillo se fue apagando junto con la decadencia de la rumba catalana, pero siguió a las órdenes de Peret hasta que éste se retiró para centrarse en la religión. En ese momento, decidió descansar. 

Su vida transcurriría tranquila regentando un bar en el barrio donde se crió junto con su hermano, el mítico Paló. Diez años después del adiós, su compadre volvería a llamar a la puerta. Un último momento de gloria les esperaba: la ceremonia de apertura de los JJOO de Barcelona 92.


Los albores del siglo XXI fueron complicados para él: superó un cáncer de próstata e hizo trinchera contra la diabetes, que prácticamente lo consumió. 

La lucha contra el tiempo estuvo sazonada con música. Grabó un par de discos con el nuevo grupo Patriarcas de la Rumba: Cosa Nostra (K industria, 2005) y Vuelven como fieras (Rumba classics /K industria, 2007). 

A la muerte de Paló el grupo se disolvió irremediablemente y le quedó la espina de no haber grabado un tema en solitario. Un mes antes de fallecer, los médicos le diagnosticaron un nuevo cáncer, esta vez incurable. La vida se difuminó hasta que falleció el 3 de agosto. Se fue Toni Valentí, el mejor palmero del mundo.

Toni Valentí, palmero y corista, nació en Palma de Mallorca el 15 de octubre de 1938 y murió en Barcelona el 3 de agosto de 2017.

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