El modelo sol y playa está en el ocaso

Tan excesivo parece afirmar que el turismo de sol y playa tiene los días contados (se supone: con pocos días que contar), según vaticina la ministra de Medio Ambiente, como creer que aquí no pasa nada, que seguimos siendo la primera o segunda potencia turística mundial y que, a lo sumo, lo único que ocurre es que en los últimos años se han construido demasiados hoteles, como también se ha podido leer u oir este verano.

El modelo sol y playa lleva medio siglo funcionando bien, y con sus ineludibles complementos, sean el golf o los deportes náuticos, sean parques temáticos u otros atractivos, tiene ante sí un largo futuro. Corresponde a una tendencia generalizada en la sociedad de nuestro tiempo a disfrutar del mar. Allí donde hay mar y buen clima, aumenta la población, lo mismo en Florida que en la Costa del Sol. Y no sólo en verano. Eso no va a cambiar en lo esencial.

De ahí a creer que todo está hecho y que se trata sólo de invertir más en publicidad, media un abismo. Hay que competir mucho, cada año más, con más países y en más frentes, nuestra competencia ya no es sólo el resto del área mediterránea, donde, se llamen Croacia o Turquía, el que no corre vuela, el abaratamiento del transporte aéreo -que va a seguir- nos ha acercado el Caribe, pronto a otros lugares del mundo.


Hay que mejorar la oferta temporada a temporada. Y la mejora no es más alcohol y más decibelios, es playas más cuidadas y más respeto al paisaje, menos destrozo urbanístico. Más calidad, menos masificación. Lo inquietante es que repetimos errores.Huelva, la última en incorporarse al festín turístico, los está cometiendo, ahí está la grave deforestación -sin necesidad de incendios- de su litoral, Punta Umbría a la cabeza. Y la intensidad de la construcción en la costa malagueña, hoy la más alta, con mucho, de Europa, no va paralela a una mejora de la arquitectura y del entorno. Los propios ayuntamientos tienen mucha culpa de ello. Toleran la masificación y creen que todo se soluciona con construir aparcamientos bajo los paseos marítimos.

Si no ponemos remedio al deterioro, sí peligrará ese turismo masivo de sol y playa. Masivo, pero no ciego. Porque si humano es vivir y gozar junto al mar, también lo es cambiar de aires si sólo nos traen ruido o de arenas si las que pisamos no están limpias, o reducir la estancia mensual o quincenal de antaño a una semana. Todo ello con independencia de que podamos pensar que en la Andalucía de hoy caben otros buenos negocios que no sean levantar un hotel en primera o quinta línea de playa con autopista cerca.

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