Una pareja de guapos

Un cuento de hadas sin final feliz. La pareja de guapos por excelencia, Cindy Crawford y Richard Gere -«top model» ella, actor él-, ha terminado por dar la razón a los que no daban un duro por su matrimonio, y el pasado viernes anunció oficialmente su separación.

Ella es rubia, más bien flacucha, tiene 22 años y vive en Londres. El moreno, más bien fondón, imagen algo desaliñada, bigote y barba a lo D'Artagnan. Se llaman Laura Balley y John Emos, amantes del actor y la modelo, y se han convertido en la confirmación definitiva de que entre la, hasta ahora, «pareja más sexy» del mundo -Cindy Crawford y Richard Gere-, todo ha terminado.

Los propios interesados se han encargado de despejar cualquier duda, si todavía quedaba alguna, mediante un comunicado hecho público el pasado viernes por sus agentes en Los Angeles. La pareja de guapos por excelencia no había pronunciado hasta ahora la palabra ruptura y se mostraba parca en explicaciones.

Ahora, sin embargo, se sabe que empezaron a «considerar de común acuerdo el pasado julio» dar por terminado su matrimonio. «Después de esta fecha -dicen- hemos intentado solucionar nuestros problemas pero, ante las especulaciones de la Prensa, creemos que es el momento de hacer unas declaraciones».

Y es que si hay algo que ambos odien es que se especule con su vida privada. Hace pocos meses pagaron algo más de cuatro millones de dólares (más de quinientos millones de pesetas) por «anunciarse» en el Sunday Times como una pareja monógama, heterosexual y feliz, cuando los rumores sobre una seria crisis de pareja y la siempre traída y llevada supuesta homosexualidad de Richard Gere y bisexualidad de Cindy Crawford arreciaban.

«Yo hubiera preferido ignorar el cotilleo. "Ya pasará", le decía a Richard. Pero creo que lo que a él más le preocupaba no era tanto lo que dijeran, sino que insinuaban que mentíamos, que no éramos gente honrada», explicó después la modelo a la prensa.

Dicen unos, dicen otros, pero las cosas están como sigue. El Big Ben acababa de marcar las 9 de la mañana cuando la modelo británica de 22 años Laura Balley abandonaba, discreta, la residencia de Gere en una exclusiva zona del barrio de Chelsea. No era la primera vez que estaban juntos. Desde que hace algo más de dos meses el actor acude a Londres para rodar una película sobre los Caballeros del rey Arturo y se conocieran en una fiesta en honor al Dalai Lama -Gere es budista desde los 24 años-.
Y Cindy Crawford, de 28 años, todavía no se sabe muy bien si por placer o por ganas de revancha, ha contraatacado: cenó en Nueva York con John Emos, un ex novio de Madonna, y los «paparazzis» inmortalizaron su encuentro. Los codiciados comensales tuvieron que ser rescatados por una patrulla de la Policía después del revuelo que se montó.

Un año y 11 meses. Eso es lo que ha tardado en confirmarse lo que todo el mundo sospechaba. La pareja de estupendos se casó en diciembre de 1992, en una ceremonia privada celebrada en Las Vegas y con el fotógrafo Herb Ritts como testigo. Hubo anillos de papel aluminio, brindis en Denny's, un restaurante de comida rápida, y vuelo de regreso a Los Angeles, de madrugada. Lo que recuerda la «novia de América» del día después es más bien decepcionante: «Todo lo que sé es que estaba sentada en mi coche, en un túnel de lavado, y que estaba casada», declaró a la periodista C. Horyn. Un comienzo poco lustroso para un dúo tan envidiado.

El primer encuentro no había sido mucho mejor. Existen versiones contradictorias sobre si se conocieron en el curso de una chuletada ofrecida por el cantante británico Elton John o si les presentó la madre del fotógrafo y amigo que hizo de testigo en su boda.
Sobre lo que no existen dudas, porque la supermodelo no ha tenido problemas en reiterarlo, es que la primera impresión que a ella le causó Gere, de 44 años, que por aquel entonces disfrutaba de las mieles de su éxito con Pretty Woman, fue la de encontrarse ante un gigoló. Algo se le debía de haber pegado de los modos de Julian Kay, el prostituto que le lanzó a la fama en American gigolo.

Pero es posible también que Crawford se dejara impresionar más por el personaje que por la persona: el halo de hombre salvaje vicioso y hasta perverso que el artista no había tenido empacho en cultivar recibiendo en calzoncillos a los periodistas que llamaban a su puerta para entrevistarle, o participando en fiestas maratonianas que acababan con la presencia de la Policía.
Sea como fuere, el caso es que, cuando varios días después de conocerse, el actor llamó por teléfono, ella no dijo que no. Y cuando algunos meses más tarde la supermodelo le puso entre las cuerdas -«o te casas o no hay nada que hacer»-, él dijo que sí.
Después, como en los mejores cuentos, todo fue bonito aunque salpicado por los problemas de cualquier pareja hiperactiva que tiene que viajar buena parte de su tiempo, y Richard Gere se acostumbró a rebajar su divismo ante una mujer que ganaba más y era reconocida en público antes que él. Una mujer que, por fin y contra todo pronóstico, había logrado ponerle los pies en la tierra y apearle del carro de los excesos.

No faltaban entonces las declaraciones cruzadas de halago mutuo. De Cindy para Richard: «Es genial y muy listo, un hombre adorable. Es más sereno que en las películas, cocina para mí y me hace reír mucho». A la inversa: «Es honrada, decidida, responsable, me gusta que sea así... En nuestra relación ella es la que tiene los esquemas sociales más sólidos».
Los analistas del corazón afirman que buena parte de culpa de que la modelo y el actor hayan decidido separarse se debe a las reticencias del actor a tener hijos.
Unas declaraciones de Gere a comienzos de año, podrían arrojar algo de luz sobre este asunto: «Cindy tiene las cosas muy claras con respecto a la familia y estoy seguro de que si yo me negara completamente a tener descendencia ella me daría con la puerta en las narices». Sea por esta razón o por otra, parece que el cuento de «la pareja más sexy» ha terminado, y no tan bien como los de Disney.

Trayectoria.- Sus primeros pasos fueron teatrales, pero la fama le llegó de la mano de American gigolo. Después le seguirían Sin aliento y Oficial y caballero. Tras algunos años a la deriva, recobró el éxito con Pretty Woman.
Cotización Aunque es uno de los actores mejor pagados de Hollywood, se embolsa menos dinero que la supermodelo y lo tiene que «sudar» más.
Religión.- Budista desde los 24 años. Es el principal asesor del Dalai Lama en EEUU y en 1987 fundó la Casa del Tíbet en Nueva York.
Sexualidad.- Ha desmentido ser «gay». Pero entiende que «ser homosexual, bisexual u omnisexual» es un dato irrelevante que nada tiene que ver con el pecado.
Ideología.- Asocia las presidencias de Reagan y Bush con las limitaciones y la represión. Solidario con los refugiados centroamericanos, los enfermos de sida y trabaja en favor de los tibetanos.
Costumbres.- Al menos hasta casarse, era un alocado. Juerguista en exceso. Esnifador. Curiosamente, maniático de la puntualidad.

A los 17 años hizo su primer trabajo como modelo. El fotógrafo Viktor Skrebneski, de L'Oreal, la lanzó a la fama. Después vinieron la agencia Elite, contratos millonarios con Revlon y Pepsi, el programa de televisión House of Style y el vídeo Shape the body.
Cotización.- Por una pasarela cobra 2.500.000 pesetas. Un día de trabajo para publicidad, cinco millones y 45 días de sesiones con Revlon, 400.
Religión.- No practicante. «Mi única religión es sentir compasión», ha dicho.
Sexualidad.- «La única regla que sigo es la de acostarme con alguien a quien quiera». Ha desmentido ser bisexual, pero no sintió complejo alguno por aparecer en la portada del Vanity Fair «afeitando» a la cantante lesbiana K.D. Lang.
Ideología.- Vota demócrata. Colabora en campañas contra la leucemia. 

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