Rubén Blades ha abandonado este mundo

Desde que Pete Rodríguez lo saludó como uno de los favo ritos de la futura música latina, hace ya bastantes años, el itinerario musical del panameño Rubén Blades no ha hecho sino alcanzar una significación y notoriedad que excede el ámbito de esta música, curso sonoro revolucionario y una poética de renovación: siempre habrá un antes y después de un señor llamado Rubén Blades. 

Su presente visita a Madrid -y a otros muchos escenarios de la geografía española en los que actuará a lo largo de todo este verano- tenía la emoción de las grandes ocasiones, la de su anunciado retiro en favor de la política y, por tanto, ' la de un epitafio musical. Formando parte de su última etapa, la naturaleza del concierte se encuentra en ese retorno a cánones más clásicos, con la recuperación de la «ventisquera» -de unos trombones que recuerdan los tiempos con Willie Colon y que contaron con un invitado excepcional, Steve Turre- y su vinculación con la sonoridad contemporánea construida desde los teclados polifónicos de Son de Solar.


Y es en esta suerte de síntesis instrumental, y temporal, y de alternancia de formas sonoras durante todo el concierto, que Rubén Blades fue desgranando un repertorio retrospectivo de dieciséis temas -«fotografías musicales según su autor», que arrancó desde 1968, «Pedro Pueblo» hasta este 1991, «Tengan fe», y que constituye toda una herencia, una crónica latinoamericana: retrasos urbanos, tipologías populares y letras de amor y de intervención, según su ideario cantado para «el alma y el cuerpo». Clásicos como Cuentas del alma, Decisiones, Sin tu cariño, Todos vuelven -con el trío rítmico haciendo telúricos delirioso un escenificado Pedro Navaja se dieron la mano con los nuevos títulos Caminando o Camaleón. En su despedida y bises, Patria, Buscando a América y Muévete fueron el prólogo musical al nuevo compromiso social adquirido.

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