Bailando el Danubio Azul

Son hombres y mujeres que han superado el medio siglo de vida. Muchos de ellos, septuagenarios de pelo cano cuyos rostros reflejan el inevitable paso de los años, no pueden evitar los achaques de la edad. Sin embargo, ellas y ellos se mantienen firmes en su compromiso con la vida. Y la vida para casi todos ellos se afianza sobre una pista de baile.

«Lo de menos es ganar, lo importante es que bailando se toman la revancha del tiempo perdido», asegura el empresario Javier Checa quien lleva más de diez años organizando campeonatos internacionales de baile para parejas de la denominada tercera edad.

En esta ocasión, la cita es en pleno corazón de la Costa del Sol: Torremolinos. Se trata del VII Campeonato Europeo de Baile Retro que este año ha concitado la presencia de 600 parejas llegadas desde diferentes partes del territorio nacional, así como del resto de países de la Unión Europea. «Aunque los franceses son los reyes», reconoce uno de los concursantes españoles que junto a su esposa repiten este año como pareja de baile la experiencia de participar en el certamen, que culminará el próximo sábado día 2 de marzo.


Y es que Angustias y José, ella con 76 años y él con 79, no solamente son matrimonio desde hace 9 años -ambos en segundas nupcias después de haber enviudado de sus respectivas parejas-, sino que hace varios años que descubrieron al unísono la alegría de bailar en el hogar del jubilado donde se conocieron. El año pasado, en Valencia lograban un merecido cuarto puesto a ritmo de pasodobles en el Campeonato Mundial de Baile Retro. Y esta vez, en el que tiene lugar en Torremolinos, intentarán superar su marca.

«Yo a mis hijos ya los tengo criados y bien criados», explica José con una sonrisilla mordaz mientras atusa tiernamente uno de los pliegues del vestido de raso color salmón que luce su compañera.

Mientras tanto, y a escasos metros de José y Angustias, en la misma penumbra que envuelve los aledaños de los vestuarios del Palacio de Exposiciones y Congresos de Torremolinos en donde faltan escasos minutos para que el maestro de ceremonia reclame la presencia en la pista de baile de los concursantes, otras parejas se afanan en ensayar giros dobles del vals vienés o «el apretado» de un tango bonaerense.

Todo está dispuesto. El escenario, la orquesta y el jurado que este año, por cierto, cuenta con la asistencia de la mítica Imperio Argentina. También esperan las luces y la espectacular escalinata por la que descenderán orgullosamente las parejas con sus manos entrelazadas. Sin embargo, siempre surgen los imprevistos y los nervios de última hora.

«No encuentro a mi pareja», musita en afrancesado español uno de los concursantes que, según él mismo explica, logró hacerse con una compañera de baile poco antes del campeonato. «Así que no sé ni cómo baila, pero espero que llegue a tiempo», se tranquiliza él mismo sin apartar la vista de su reloj de pulsera.

«La verdad es que aunque se trata de personas mayores, la mayoría de ellos están ya jubilados, le aseguro que ha sido en campeonatos como éste en los que he visto historias de amor, de desamor y de celos de echar a correr», señala el principal instigador de la idea Javier Checa que, por otra parte, no se cansa de repetir los efectos positivos que ejerce el baile sobre la gente mayor.

Mucho menos importan, dicen todos, dar la vuelta alrededor del mundo que es en definitiva el premio que se llevará la pareja ganadora. «Lo importante es estar aquí como yo y mi marido», replica una de las concursantes de la que minutos más tarde nos aseguran no es «la legal» del caballero en cuestión, sino «la amiga». Y es que como en toda aglomeración humana, y más si es competitiva, también aquí reina el cuchicheo y la rumorología.

Por otro lado, algunos incluso osan cuestionar los criterios que establece la organización para denominar el baile retro. «El baile retro no es esto. Retro significa fuerte, duro, sensual, sexy... y el vals para mí no es nada retro», afirma un caballero extranjero que en muy buen castellano prefiere mantener su identidad a salvo de curiosos y extraños. Una opinión que, por cierto, nadie sospecharía viéndole minutos más tarde con su pareja interpretando el Danubio azul sobre la pista de baile.

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