¿Vale algún técnico para el Madrid?

La transparencia retroactiva de todos los signos de la modernidad, pero de forma acelerada y de segunda mano (es casi una reposición postmoderna de nuestra versión original de la modernidad), de todos los signos positivos y negativos confundidos, no sólo de los derechos humanos, también de los crímenes, de las catástrofes, de los accidentes, de los que se nota una jubilosa recrudescencia en la URSS tras la liberalización del régimen. Por ejemplo, el descubrimiento de la pornografía y los extraterrestres, todo esto censurado hasta ahora, pero festejando su aparición al mismo tiempo que el resto. 


Es esto lo experimental en la descongelación global: vemos que los crímenes, las catástrofes, atómicas o naturales, que todo lo que ha estado ahogado forma parte de los derechos humanos (también la religión y la moda, sin excluir ninguna de sus manifestaciones) y ésta es una buena lección de democracia. Puesto que vemos resurgir allí todo lo que somos, todos los emblemas que se dicen universales de lo humano en un tipo de alucinación ideal y de vuelta de lo que estaba prohibido, en lo que se incluye lo que hay de peor, de más banal y trasnochado en la «cultura occidental», y para lo que actualmente ya no habrá más límites. Es entonces la hora de la verdad para esta cultura, como lo fue el enfrentamiento a las culturas salvajes del mundo entero (no podemos decir que haya salido muy bien parada). 

La ironía de la situación es tal, que quizá seamos nosotros los que un día nos veamos forzados a salvar la memoria del estalinismo, cuando los países del Este ya ni lo recordarán. Nos hará falta guardar congelada la memoria de este tirano, que tenía congelado el movimiento de la Historia, porque esta época glacial también forma parte del patrimonio universal.

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