Los buenos inquilinos no tienen precio

«No tiene precio. La búsqueda de inquilino es una lotería». Concisa y clara, Beatriz Alberte, directora del departamento de Alquileres de Inmobiliaria Gilmar, define como buen inquilino «el que ofrece buenas garantías bancarias». Identifica hoy con este perfil a jóvenes emancipados, parejas menores de 40 años y divorciados. 

Hacia la misma dirección de la solvencia económica apunta Antonio Carroza, consejero delegado de Alquiler Seguro: «Un buen inquilino debe ser solvente y fiable, que pueda pagar y que quiera pagar». Para Carroza, «un arrendamiento seguro se basa, sobre todo, en la selección del arrendatario».

Sin embargo, un exhaustivo estudio del inquilino no asegura el éxito. Según la aseguradora de defensa jurídica Arag, hasta el 70% de arrendadores teme que sus inquilinos dejen de pagar. El último estudio del Fichero de Inquilinos Morosos parece darles la razón: la mora se ha disparado un 15,4% en 2017. 

Ante esta preocupante realidad, Alberte recomienda a los caseros que ya tienen un buen inquilino que hagan lo posible por mantenerlo. «Si el arrendatario no ha dado ningún problema y la renta se ha quedado desfasada, el propietario debe reajustársela». Destaca que «el comportamiento de los caseros estos años ha sido adecuado y la mayoría no ha aplicado a los contratos el incremento del IPC». 
Carroza señala que «el ajuste de las rentas debe ser aquel que se adapte al precio técnico». «Es decir», continúa, «que los propietarios bajen sus rentas hasta un nivel que les permita retener un buen inquilino y no ceder por debajo del precio que le sería menos rentable que encontrar uno nuevo». «Tanto inquilinos como caseros deben saber que el mercado no se agota en su operación». 

Gonzalo Ortiz, socio fundador de Globaliza, confirma esta flexibilidad económica del casero. «El propietario, antes de lanzarse a un mercado oscuro y preocupante, prefiere renegociar a menor precio que quedarse con la casa vacía y enfrentarse a una demanda desconocida».

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