Quien salvará a Europa

Símbolo de la guerra, el domingo, Reims fue lugar de reencuentro. Siempre ciudad fetiche para los enemigos, durante la I Guerra Mundial fue bombardeada por las tropas alemanas y en 1945 fue escenario de la rendición nazi. No fue hasta 1962 cuando el lugar masacrado se tornó sagrado, símbolo de la amistad entre los antaño rivales. «Hoy la Unión Europea se enfrenta a una prueba. No es la primera ni será la última, pero puede ser un nuevo punto de partida», aseguró Hollande. 

En la misma catedral destruida por los alemanes y en la que Konrad Adenauer y Charles de Gaulle sellaron la paz el 8 de julio del 62, Merkel y Hollande repasaron la historia que enfrentó y después unió a los países que representan. Hacía falta «lucidez, audacia y grandeza para vislumbrar un futuro juntos después de tantos años de rivalidades», dijo el francés. Igual que la guerra pudo entonces dar lugar a la paz -en palabras de Hollande-, de la crisis actual puede salir una Europa fortalecida, según las de Merkel. Por eso, los dos insistieron en su voluntad de liderar este proceso de transición en el que Europa debe caminar unida. Antes y también ahora, la guerra es cosa de todos. «Nuestra amistad inspira a los demás. No vamos a dar lecciones, solamente dar ejemplo», declaró Hollande, mientras que para la canciller, Europa «es mucho más» que el eje francoalemán y podrá salir de la crisis «si mantiene ese espíritu de unidad». 

Merkel está convencida de que es necesario ir más lejos en la arquitectura europea. No basta con el lazo creado por Adenauer y De Gaulle. Ni tampoco con los vínculos económicos que la Unión ha ido tejiendo en los últimos años. La unión económica debe estar apuntalada por pilares políticos. «Lo que tenemos que hacer es rematar a nivel político la unión económica y monetaria. Un trabajo hercúleo que Europa es capaz de conseguir», añadió. 

Para Hollande, el Viejo Continente afronta una transición, más que una reconstrucción. Parafraseando a De Gaulle, señaló que Berlín y París «no cierran una página, sino que abren una nueva puerta» a los años que vienen. Entre los retos de futuro el francés enumeró la transición energética y económica, el empleo y la alianza «entre competitividad y solidaridad, entre soberanía nacional y compromiso europeo». 

La cita de ayer marca el comienzo de una serie de actos que culminarán el próximo mes de enero con la conmemoración de la firma del Tratado del Elíseo. Será el día 22, aunque esta vez la pareja soplará las velas en Berlín, no en París. Merkel y Hollande insistieron en seguir fieles a este legado de De Gaulle y Adenauer, los dos hombres «que hicieron avanzar la Historia». 

Para el galo, esta amistad es un tesoro que «se cultiva, no se hereda; no se conmemora, se comparte; no se merece, se conquista». El de ayer fue un intento por merecerla, una tregua tras semanas de rencillas. Las diferentes posturas a la hora de abordar la crisis han enturbiado las relaciones entre París y Berlín, cuyo pico de tensión se vivió la semana pasada durante la cumbre europea celebrada en Bruselas. 

Pero ayer no era día de reproches y hasta hubo feeling entre la pareja. Hollande se tomó con humor la lluvia y el fuerte viento en Reims y Merkel le río las bromas. «Me pregunto qué tiempo hacía el 8 de julio de 1962. No creo que hiciera bueno», bromeó el galo, ante las carcajadas de su homóloga. Ésta finalizó su discurso con acento francés y un «viva la amistad francoalemana». Hollande le mostró el sol, que se abría paso por fin entre los nubarrones. 

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