Las mujeres sin amor se van a las rebajas

Cuando se pone la mirada, el sueño, el corazón y el alma en el dinero, y toda vez que el número de ricos es limitado (ya se encargan ellos de que no crezca demasiado ese club exclusivo), suele sobrevenir la muerte por asco, por frustración y, desde luego, por idiotez.

Sin embargo, todavía carecemos de estadísticas que computen el número de bajas que registra esa calamitosa compulsión dineraria, aunque reportajes como el titulado «Muchas mujeres se sumergen en las rebajas para compensar el desamor», publicado en YA por Milagros Iglesias, ayudan a hacerse una idea.

La periodista conversa con un psiquiatra bien versado en la materia: «La adquisición de cosas es para Antonio Amaya una de las formas más comunes de sustituir afectos, "acaparar por acaparar, hacerse con cosas inútiles, todo son sustitutivos de ese afecto que falta en la sociedad". Amaya considera que la vida moderna, deficitaria en afectividad, se apoya fundamentalmente en una serie de factores psicológicamente relacionados: "comer sin medida o no ingerir nada, comprar, el enganche laboral, el alcoholismo u otro tipo de drogas no son más que algunos ejemplos del desorden afectivo en que vivimos, en el que las cosas que se desean, las necesitemos o no, se obtienen y una vez en nuestro poder, como nos aburren, las abandonamos y salimos a la búsqueda de otras nuevas que, a su vez, sustituyan a las anteriores». 

La población en general está hecha polvo, pero las amas de casa ganan por varios cuerpos de ventaja: «La vida actual conlleva para algunos muchos cambios, a veces demasiados, y para otros no se myeve nada, todo es monótono. En este último caso estarían las amas de casa que buscan en las compras de rebajas una salida al tedio hogareño, al abandono de sus maridos, de sus hijos, que sólo se dirigen a ellas para exigirles algo: la comida, la camisa limpia...». El resultado es catastrófico: «Así, dice Antonio Amaya, "en lugar de engancharse el hombre a la mujer y la mujer al hombre, que es lo biológico, lo natural, se enganchan por separado y a situaciones, a cosas que siempre van a producir insatisfacciones: el consumo y el trabajo"».La mayoría se moriría de risa si oyera que no es más rico quién más tiene, sino quién menos necesita: «La exaltación social de la gente que triunfa economicamente resulta nefasto para el equilibrio mental. 

La pérdida y el descontrol de valores más humanistas induce a muchos a querer ser un banquero famoso, al menos a intentarlo, y eso no es bueno porque está fuera de contexto y de la realidad».

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