Leyes contra la difamación
Los orígenes de las leyes contra la difamación -el libelo se refiere a los delitos por escrito o a través de la radio o televisión, y la calumnia se refiere a delitos hablados- se remontan en Inglaterra al siglo IX, cuando el rey Alfredo el Grande decretó que a los difamadores se les cortase la lengua. Aunque las penas estos días son más bien financieras que físicas, los principios generales siguen vigentes.
La tendencia a unas decisiones más punitivas contra la Prensa en cuestiones de libelo empezó en junio de 1987, cuando un tribunal londinense determinó que el rotativo izquierdista griego, Eleftherotypia, debía pagar la suma de 450.000 libras esterlinas (unos 81 millones de pesetas) por haber sugerido, falsamente, que un comandante jubilado de la Armada británica, Martin Packard, había desempeñado un papel menos que honorable durante el régimen de los coroneles en Grecia. El periódico castigado tiene una tirada de 50.000 ejemplares en todo el Reino Unido, todos, desde luego, en lengua griega, así que los daños adjudicados equivaldrían a unos 1,6 millones de pesetas por cada ejemplar.
Fue la mayor suma jamás adjudicada en un pleito por difamación en Inglaterra, pero ese récord no duró más de un mes. En julio de 1987, Jeffrey Archer, escritor millonario y antiguo vicepresidente del Partido Conservador británico, obtuvo una compensación realmente extraordinaria de 500.000 libras (unos 90 millones de pesetas) contra el tabloide The Star, por un artículo en el que el diario alegaba falsamente que se había acostado con urna prostituta. Después se han producido decisiones aún más increíbles.
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