El ecologista al que le gustaba la economía
El estereotipo del ecologista que predomina en el imaginario colectivo es un joven vegetariano con greñas de hippy, vaqueros rotos y camiseta de Save the Whales.
Por supuesto, esta caricatura es tan falsa como identificar a los homosexuales únicamente con las drag queen que lucen taconazos en las carrozas del Día del Orgullo Gay. Pero los tópicos pesan mucho en nuestro cerebro y por eso, a priori, a casi nadie se le ocurriría vincular a un economista de traje y corbata con el movimiento verde.
Sin embargo, la economía y la ecología tienen mucho más en común de lo que la gente se imagina. De hecho, ambos conceptos tienen una raíz común, la palabra griega oikos, que significa casa.
Y es que ambas son ciencias que en última instancia se ocupan de analizar cómo gestionar los recursos limitados de nuestro frágil hogar planetario, ese buque cósmico que compartimos los animales humanos con todos los demás seres vivos. Por eso, no debería sorprendernos, aunque muchos parecen haberlo olvidado, que todos los grandes clásicos del pensamiento económico -Smith, Mill, Keynes, etc.- dedicaron muchas páginas a reflexionar sobre los límites del crecimiento.
Éstas son sólo algunas de las muchas perlas de sabiduría que contiene El grito de la Tierra (RBA), el nuevo libro de un economista ecologista llamado Ramón Tamames, cuyos contenidos ya fueron adelantados en exclusiva por este suplemento a principios de octubre.
El pasado martes, Eureka participó en la presentación de este lúcido ensayo en el Club Financiero Génova de Madrid, un acto que el propio Tamames bautizó como un triálogo entre el autor y dos periodistas científicos (mi compañero Pedro Cáceres y yo). Cuando le preguntamos si creía que el movimiento de los llamados escépticos seguía haciendo daño a la lucha contra el cambio climático, respondió con su inconfundible sorna: «Hombre, no sólo Bjorn Lomborg, sino incluso José María Aznar, se han convertido a la causa. Ya sólo debe quedar el primo de Rajoy, pero seguro que acabará aceptando los hechos».
Tamames aprovechó la presentación de su libro para dejar muy claro que el verdadero ecologismo «no es de izquierdas ni de derechas», sino que se basa en análisis científicos de la realidad. Y cuando un miembro del público le preguntó cuál sería el coste de no hacer nada, manteniendo la actitud del business as usual que sigue predominando, citó a otro economista ecologista, su colega británico Nicholas Stern: «Las consecuencias serán brutales en menos de 20 años».
Tamames cree que «corremos el riesgo de ser expulsados del único paraíso conocido», pero está convencido de que el surgimiento de un nuevo Homo ecologicus nos salvará del desastre. Ojalá proyectos como Equo, ese nuevo movimiento liderado por Juan López de Uralde cuya visión también adelantamos hoy en Eureka, contribuya a lograrlo.
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