Una mejora continuada y muy cara de lograr

Más que la seguridad, la batalla contra las emisiones contaminantes es el objetivo principal de los trabajos de I+D de los fabricantes de automóviles de todo el mundo y en particular de los que venden sus modelos en la Unión Europea (UE).

En los primeros momentos, las normas comunitarias se dirigieron a atajar las emisiones más claramente nocivas, como las de hidrocarburos sin quemar, azufre, sedimentos de plomo, óxido nitroso o el monóxido de carbono. Después llegó Kioto y sus gases de efecto invernadero, en particular el dióxido de carbono (CO2), que obligaron a reenfocar los trabajos de mejora de los motores de combustión interna y a reactivar proyectos alternativos.

En 1995, la media de emisiones de CO2 de los coches que se vendieron fue de 185 gramos por kilómetro. En Europa, las marcas que comercializaban se comprometieron voluntariamente a reducir esas emisiones a 140 gramos por kilómetro en 2008, un objetivo que consiguieron. Después, la Comisión Europea (CE) impuso una reducción a 120 gramos por kilómetro que debe cumplirse en el periodo 2012 a 2015 para poder llegar a una media de 95 gramos por kilómetro en 2020. Lograrlo tendrá un coste de 20.000 millones de euros entre todos los fabricantes.

Algo va a aportar el coche eléctrico a esta reducción, aunque la energía eléctrica necesaria para moverlos genera en la UE unas emisiones de CO2 de 87 gramos por kilómetro. Un último dato es que el transporte por carretera, según la estadística actualizada de la CE, es responsable del 16% de las emisiones de CO2. Los turismos, sólo del 7%.

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