La prostitución en Roma
De espaldas a la Via Vittorio Veneto y muy cerca de las antiguas murallas de Villa Borghese, el principal foco de prostitución de Roma. Pero si lo que busca es algo autóctono y diferente, nada mejor que el Teatro .
Sexy Volturno, en la calle del mismo nombre. Imagínense la escena... Una amarillenta sala de cine, con un enorme patio de butacas y un gallinero plagado de marineros y viejos verdes. Como aperitivo, sesión continua de cine porno.
Y de postre, el espectáculo de Pussy Cat y compañía, con la estrella erótica Patricia Banty y un elenco de jóvenes y prometedoras chicas, todo ello amenizado por la vetusta Gaby Morgan, que tiene toda la pinta de una ex vedette del Paralelo.
Y como quiera que los cines X en Roma son bastante más baratos que las salas comerciales, piérdase en las oscuras salas del Cinema Moderno y de los dos Odeon, en plaza de la República. Eso sí, siéntese lejos de los pasillos laterales o recibirá la visita incómoda de chaperos ofreciéndose gentilmente por unos miles de liras. Más selecto es el Blue Moon, una coqueta sala con todo tipo de comodidades que abre sus puertas a media tarde en la Via de Cartori. La vieja capital del Voldava recupera poco a poco el pulso perdido.
Unicamente la prostitución sobrevivió a los. férreos controles de los servicios de seguridad estatales. Algunos hoteles y los soportales de la plaza de Venceslao fueron y siguen siendo los reductos del mercado de la carne en Praga.
Por la misma zona han surgido en los últimos años cabarés eróticos como el Alhambra, un lugar muy frecuentado por turistas y curiosos ávidos de la Praga impúdica.
Un poco más apartado, hacia el río Neva, se encuentra el primer sexshop de la capital checoslovaca, con bar, peepshow y una docena de cabinas de vídeo. El local, un tanto rudimentario, sirve de rodaje a decenas de jóvenes que tienen su mirada puesta en las cadenas alemanas de sexshops, con ramificaciones en toda Europa.
El turista canalla lo tendrá difícil para elegir entre tanta oferta en este gran escaparate del sexo que (aunque no como antes) sigue siendo París. La dudosa fama de barrios como Pigalle o Clichy, donde dieron rienda suelta a sus fantasmas los Henry Miller, Ernest Hemingway o Henri De ToulouseLautrec, ha bastado a la ciudad de la luz para guardar el título de templo de la cosa libidinosa. Si es amante de la tradición, pues, -el viajero guiará sus pasos hacia la Place Clichy, allá donde alrededor del celebérrimo Moulin Rouge surge un laberinto interminable de clubes de. alterne, sexshops, peepshows y toda clase de locales que traen en el aire recuerdos de un pasado de mayor lustre.
Avanzando entre autobuses de turistas japoneses cargados de Nikon, Sony o Minoltas el canalla ocasional puede aterrizar en tugurios como «Sexodrome», donde parejas tan superdotadas como poco sensuales le enseñarán el Kamasutra de pé a pá.
Ahora, el Pigalle del sexo está empezando a dejar paso a un barrio plagado de bares y discotecas de moda. Pero sigue siendo, aunque sea por respeto a la historia, etapa obligada en la ruta del París dudoso. Otra opción es llegarse hasta la Place des Innocents para, tras tomarse una cerveza en el Café Costes (lo más de lo más en cuestión de modernidad) atacar la Rue Saint Venise. En esta calle, una de las arterias más célebres del fulanguerío parisino, hay dos tramos bien distintos: en el primero, sexshops, algún espectáculo de poca monta y el teatro Saint Venise, con olor a naftalina y donde parece que el tiempo se paró en los 60.
Más adelante, yendo hacia los grandes bulevares, prostitución salvaje fundamentalmente de raza negra (antillanas y caledonianas) que anda por entre los cien y los quinientos francos (entre 1.900 y 9.500 pesetas). Si lo que se pretende es algo más refinado, véase ruinoso, habrá que dar una vuelta por la lujosa Avenue Foch, zona residencial de millonarios y nobles parisinos y centro de la prostitución de alta ralea.
Y para golferío, el de Barcelona, aunque el barrio chino no es lo que era y la piqueta olímpica amenaza con derribar los cimientos del mercado de la prostitución. Aún así, al final de las Ramblas se siguen congregando las putas de toda la vida y las recién llegadas, en la calle o sumergidas en esos tugurios de inconfundibles luces rojas.
Allí mismo se encuentra el sexshop más grande de la ciudad condal, nada que envidiar a sus homónimos centroeuropeos. Bien cerca del Paralelo sigue estando el clásico Bagdad con su número estrella: el fakir que levanta un gigantesco campanón, prendido a su pene con una cuerda y una aguja clavada en el prepucio.
Aunque el principal atractivo de Barcelona es la profusión de clubes de intercambios de parejas, que tímidamente empieza a encontrar réplicas en la capital de España. Y aunque Madrid no tiene puerto y sea la mitad de golfa, al menos puede presumir del mayor sexshop de Europa: el Hollywood Show Center, en la calle Atocha.
En Londres, como en todas partes, para ganarse la vida como prostituta se requiere de un buen palmito. Las zonas centrales de prostitución son el Soho, Mayfair y Paddington. La peor área es esta última, junto a King Cross, con una prostitución pobre, adicta a las drogas y no profesional. En las inmediaciones de los hoteles Dochester y Hilton hay una prostitución de lujo.
Chicas guapas, jóvenes y con un aire cosmopolita. Caras. Soho ya no es un barrio chino que aglutine todos los vicios y las miserias de la marginalidad. Hay prostitución en torno a sus casas de masaje y de «sex shops», pero es prostitución con poca calidad. En las cercanías de Harrod's, se ve por las mañanas una prostitución fina que puede ser la de amas de casa ajustando su cesta de la compra.
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