La belleza de la mujer española en la historia
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La Bella Otero |
EDAD MEDIA. Entre los siglos V y XV el ideal de belleza
buscaba blancura en la piel, cabellera rubia, larga y recogida, rostro ovalado,
ojos pequeños pero vivos y risueños, nariz pequeña y aguda, labios finos y
rosados, torso delgado de complexión ósea (caderas estrechas, senos pequeños,
firmes y torneados y manos blancas y finas).
La blancura de la piel era una
seña de la pureza y un ideal de belleza impuesto por las invasiones bárbaras.
BARROCO. No cambiaron mucho los gustos cuando en el imperio
español no se ponía el Sol; pero el Barroco impuso los lunares en la mejilla,
la apariencia y la coquetería. Nació la palabra maquillaje y se extendió como
sinónimo de engaño y simulacro.
Bajo los ropajes de las modelos de los cuadros
se adivinan cuerpos rellenitos, pechos resaltados por los corsés, caderas
anchas, cinturas estrechas y brazos carnosos. Así era la apostura de la
andaluza Pepita Tudó, que sedujo a Godoy y que Goya pintó como maja vestida y
en cueros.
BELLE ÉPOQUE. Las nietas de Pepita Tudó no fueron muy diferentes
a juzgar por las fotos de Consuelo Portela La Chelito, de la Bella Dorita o de
la Anita Delgado que, en el Central Kursaal, le robó el corazón al maharajá de
Kapurthala.
Aunque hubo una por encima de todas: se llamaba Agustina Iglesias,
había nacido en Cádiz y era hija de una gitana bellísima seducida por un noble
griego, o eso dice la leyenda de quien conquistó el mundo con el nom de guerre
de La Bella Otero.
SIGLO XXI. Ahora la mayoría de las mujeres se sienten
insatisfechas con su cuerpo, hay colas en el quirófano y en las consultas
médicas por problemas de anorexia y bulimia.
El canon de belleza femenino es
una tiranía de la moda que pide peaje al cirujano y adopta tendencias diversas
con rasgos comunes: labios carnosos, vientres lisos, narices pequeñas y
proporciones cercanas al 90-60-90.
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