El acoso a los fumadores
Carlos Rodríguez Sanclemente nació en el valle del Cauca, entre Los Andes y el Pacífico. Vino a España para estudiar económicas, y el amor lo dejó prendido aquí donde este permanente hacedor de sueños montó un restaurante vegetariano, La Mazorca allá por los años 80.
Un buen día se encontró una casa en ruinas ubicada entre La Rambla y el Casco Antiguo, y después de viajar a Barcelona y conocer los ambientes más comprometidos con esa música sólo equiparable al flamenco, como es el jazz y el blues, decidió montar en Alicante un local de actuaciones en directo, y que se ha convertido en mítico después de 23 años ininterrumpidos de buenas actuaciones: El Jamboree.
Más tarde Rodríguez Sanclemente convirtió el ático en un restaurante y ahora ha decidido reconvertirlo en un club de libertades, diferentes culturas y artes, e incluso aficiones futbolísticas para fumadores, que hoy viven constreñidos esos momentos en los que pueden compartir los cinco sentidos con un cigarrillo en la mano, sin molestar a nadie ni infligir ley o normativa alguna.
Los socios pagarán una cuota mensual de aproximadamente 10 euros para los fijos, y de tres a cinco, para los eventuales o transitorios.
Dado que el local está en el ático y tiene estupendas terrazas, ningún problema de ventilación, y cualquiera podrá bajar por el ascensor para elegir y servirse su bebida, y tal vez la de sus amigos que lo esperan arriba viendo un clásico del cine mudo acompañado de su perceptivo piano que toca la sintonía original, un solo de jazz arrancándole el espíritu de John Contrane a un saxo, las discusiones de un club de lectores que han acordado cualquier libro para desmenuzarlo, o los dogmas, ironías y maldiciones de los moderados tifosis de un Hércules-Valencia.
Dado que el local está en el ático y tiene estupendas terrazas, ningún problema de ventilación, y cualquiera podrá bajar por el ascensor para elegir y servirse su bebida, y tal vez la de sus amigos que lo esperan arriba viendo un clásico del cine mudo acompañado de su perceptivo piano que toca la sintonía original, un solo de jazz arrancándole el espíritu de John Contrane a un saxo, las discusiones de un club de lectores que han acordado cualquier libro para desmenuzarlo, o los dogmas, ironías y maldiciones de los moderados tifosis de un Hércules-Valencia.
Por supuesto aquí no hay ni habrá ningún interés lucrativo, únicamente que las cuotas de los socios sirvan para mantener los gastos de limpieza del local, alquiler, televisión, ayudar a los músicos que lo requieran y promocionar algún tipo de conferencias de los más diversos temas escogidos por determinado grupo de socios. Incluso y por qué no, jugar al ajedrez con la mirada en el tablero y el cigarrillo echando humo y nervios contenidos.
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