Las distancias siderales se acortan
La Luna o Marte pronto podrán estar hasta 30 veces más cerca de la Tierra, y eso sin que sus órbitas hayan variado un ápice.
Un consorcio internacional de industrias aeroespaciales -en el que participan empresas de Francia, Rusia y EEUU- acaba de probar con éxito un revolucionario motor espacial de propulsión por plasma que, debido a su gran potencia (de 5 a 30 veces superior a la de los actuales sistemas químicos), puede acortar artificialmente las enormes distancias que nos separan del resto de los planetas del sistema solar.
De momento, este nuevo motor de plasma, denominado SPT-100, ha demostrado su buen funcionamiento en el satélite ruso GALS, que fue lanzado el pasado 20 de enero y que actualmente se encuentra en órbita alrededor de la Tierra a 36.000 kilómetros de altura.
Sin embargo, los expertos anuncian también que este mismo sistema de propulsión podría aplicarse, en un futuro próximo, a sondas y naves espaciales como la que se tiene previsto enviar al planeta Marte a principios del próximo siglo.
Las ventajas de la propulsión por plasma son numerosas, aunque por encima de todas destacan dos: su menor peso y su mayor potencia. Ahora mismo, y según los cálculos efectuados por la Sociedad Europea de Propulsión (SEP), un satélite de tipo medio (de unas tres mil toneladas de peso) necesita 600 kilos de combustible, líquido o sólido, para alcanzar una vida operativa en torno a los diez años.
En cambio, si se dotara a este mismo ingenio espacial de un motor de plasma se necesitaría una cantidad de combustible seis veces menor, con el consiguiente ahorro de peso, que se podría utilizar bien en aumentar la carga útil del satélite (un mayor número de antenas de televisión, radares, etc...) o bien en alargar sus años de funcionamiento. Es más, especialistas consultados por este periódico auguran que un satélite dotado con este nuevo motor podría funcionar de 20 a 30 años, el doble de su vida actual.
En concreto, y a diferencia de los convencionales métodos de empuje de tipo químico en los que se quema un gas, este nuevo tipo de motor funciona gracias a la creación de un campo electroestático, que despide a una gran velocidad iones positivos logrando así una gran fuerza de empuje, que puede multiplicar hasta veinte veces la actual.
Además, esta ionización de partículas (y no combustión como ocurre ahora con los motores clásicos) es también mucho más limpia, ya que no se vierten residuos químicos al exterior del vehículo espacial. Además, el riesgo de explosión es casi nulo, lo que evita uno de los principales orígenes de la basura espacial: el estallido en pleno vuelo de los ingenios espaciales.
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