Los adolescentes de la Edad del Hielo ya llevaban piercings

Hace aproximadamente 30.000 años, en plena Edad de Hielo, los adolescentes y hasta niños de tan solo 10 años ya lucían piercings faciales conocidos como labrets, según revela un estudio reciente. Estas perforaciones, ubicadas en la mejilla o el labio, no solo servían como adornos estéticos, sino que también indicaban la pertenencia a un grupo social. Sin embargo, su uso prolongado dejaba huellas evidentes en la dentadura, provocando desgaste y, en algunos casos, apiñamiento dental.

El antropólogo John Willman, de la Universidad de Coimbra en Portugal, lideró una investigación que analizó decenas de esqueletos de la cultura pavloviana, habitantes de Europa Central entre 25.000 y 29.000 años atrás. Durante mucho tiempo, los arqueólogos se habían preguntado sobre el origen de un peculiar desgaste en los caninos y molares de estos individuos. Willman propuso que la causa podría ser el uso de labrets, una hipótesis que cobra fuerza al observar patrones de desgaste en la cara de los dientes que miran hacia la mejilla, una zona que normalmente no sufre erosión por masticación.

Aunque no se han encontrado labrets en las tumbas pavlovianas, posiblemente debido a que estaban hechos de materiales perecederos como madera o cuero, el estudio sugiere que la primera perforación se realizaba en la infancia, ya que se ha documentado desgaste en algunos dientes de leche. A medida que los individuos crecían, los labrets se reemplazaban por versiones más grandes, lo que explicaría el aumento del desgaste dental en los adultos.

Además de su función ornamental, estos piercings podrían haber tenido un significado social profundo. En las sociedades cazadoras-recolectoras, los adornos personales desempeñaban un papel crucial en la diferenciación social y en la transmisión de información sobre la edad, el estatus o la afiliación a un grupo. El hecho de que esta práctica estuviera presente desde la infancia sugiere que los labrets podrían haber sido parte de un rito de paso, una tradición que marcaba el crecimiento y el desarrollo de una persona dentro de su sociedad.

Sin embargo, el uso de labrets no estaba exento de consecuencias para la salud bucodental. Los piercings pueden hacer que un diente se mueva, casi como si fueran 'brackets invertidos', explicó Willman. Algunos individuos presentan apiñamiento dental, que se interpretó como un efecto de tener labrets presionando contra los dientes durante largos períodos de tiempo.

Este descubrimiento ofrece una ventana a un comportamiento que ha desaparecido hace mucho tiempo y da a los científicos una forma de estudiar la identidad personal y social a medida que cambia a lo largo de la vida de una persona. El próximo paso podría ser que los arqueólogos comiencen a reevaluar las colecciones de artefactos de sitios pavlovianos y otros yacimientos de la Edad de Hielo para ver si en el pasado se pasó por alto evidencia de labrets. Esta nueva perspectiva podría abrir un capítulo fascinante en la comprensión de las prácticas culturales y las expresiones de identidad en las antiguas comunidades europeas.

En resumen, los piercings faciales no son una moda moderna. Hace decenas de miles de años, ya formaban parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados, reflejando no solo tendencias estéticas, sino también profundas conexiones sociales y culturales.

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