El niño ``hiperregalado´´

Hablar hoy en día del síndrome del "niño hiperregalado" combinado con el sustrato de la crisis que nos atenaza, genera no pocos comentarios sobre la adecuación de los regalos en Navidad: su valor, número, precios y otras sesudas reflexiones que suelen hacer los expertos por estas fechas. 

Los niños ante el exceso, nos advierten, pierden la ilusión, se vuelven caprichosos, egoístas, consumistas y menosprecian los regalos. Al margen de que cabría preguntarse si hoy los niños tienen –comparando con generaciones precedentes– demasiada ropa, o demasiados aparatos electrónicos o, incluso, demasiadas actividades extraescolares, los padres deberían preguntarse qué papel asignan al juego y al juguete en el desarrollo de sus hijos. 

Nadie debería soslayar que el juego constituye un elemento básico en la vida de un niño, que además de divertido resulta necesario para su desarrollo integral: sociabilidad, cooperación, hábitos, afectos, destreza, motricidad, disciplina, creatividad, imaginación, conocimiento..., son habilidades que los niños adquieren a través del juego, donde el juguete cumple un papel central como catalizador de sus actividades.

En esta línea me impactó mucho una información traída por una cooperante desde Oriente Medio, concretamente de los campos de refugiados. 

Los que allí llegaban en condiciones dramáticas huyendo de la guerra recibían un kit de supervivencia que contenía lo más básico: artículos para la higiene, pastillas potabilizadoras, desinfectantes, analgésicos y gasas. 

Para los niños, el kit contenía una pieza más, quizá la más importante: un osito de peluche. Si esto es así, el juego es el "trabajo" de los niños y los juguetes sus herramientas. Entonces, ¿por qué el síndrome del "niño hiperregalado"? El término contiene el origen del problema, ver el juguete exclusivamente como regalo. 

Están muy bien los regalos de Reyes, los recuerdos más felices de la infancia se asocian a la mágica noche de Reyes. Pero esta es una visión sobre el papel de los juguetes corta e incompleta si olvidamos que son fundamentales en el desarrollo de nuestros hijos. 

En otras sociedades esta doble visión del papel de los juguetes, no sólo como regalo, sino también como instrumento básico del desarrollo infantil, está mucho más arraigada.

Veamos algunos datos en concreto. Existen mediciones sobre consumo en valor y unidades para el segmento de niños entre 0 y 11 años. El consumo anual de juguetes por niño en España es, según datos de NPD para 2013, de 135 euros, el más bajo si se compara con los principales países de Europa. 

En Reino Unido, el gasto por niño asciende a 337 euros al año, en Francia, 275 euros, Alemania 258, e Italia 143. En Estados Unidos este gasto alcanza los 285 euros.

La creencia de que el juguete cumple una función en la formación del niño evita que se acumulen las compras exclusivamente en el período navideño, sino que se van repartiendo regularmente a lo largo del año. Como consecuencia, un niño británico recibe 39 juguetes durante el año, mientras en Francia recibe 20, Alemania 25, Italia 12 y Estados Unidos 40. 

Es en España, donde se concentran los juguetes en la Navidad, donde un niño recibe un menor número de juguetes por año: 8. Eso sí, con un valor medio más elevado. Fruto del concepto del juguete como "hiperregalo", y no como herramienta para el crecimiento, se produce en España la concentración de compra de juguetes en Navidad y escasez a lo largo del resto del año. 

Padres y educadores sienten esa acumulación y la califican de "niño hiperregalado" con sus negativas consecuencias. Debemos considerar que quizá la realidad es otra. Considerar con toda su potencia el juguete como elemento esencial del desarrollo del niño nos debería llevar a reflexionar sobre la dosificación de los juguetes, el número de veces y las ocasiones en que los procuramos, siempre considerando el tipo y adecuación de los mismos a la edad, gustos y valores que queramos transmitir.

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