¡ Joder con el "antifútbol" !

Si la ultracongelación era la marca distintiva y negativa del universo del Este, la ultrafluidez de nuestro universo occidental es todavía más escabrosa ya que, a fuerza de liberalización y de liberalización de costumbres y de opiniones, el problema de la libertad ni siquiera puede ser planteado. Está virtualmente solucionado. En Occidente la libertad, la Idea de la libertad, está muerta; lo hemos comprobado con creces en todas las conmemoraciones recientes. En el Este ha sido asesinada, pero un crimen nunca es perfecto. Experimentalmente, será muy interesante ver qué ocurre con la libertad cuando se han borrado todos sus signos. 


Vamos a ver qué pasa con el proceso de reanimación, de rehabilitación postmoderna, La libertad descongelada quizá ya no esté de tan buen ver. ¿Y si observamos que no tiene más que una urgencia, la de conseguir riquezas materiales, automóviles y grupos electrógenos, incluso lo psicotrópico y pornográfico, es decir, de convertirse inmediatamente en liquideces occidentales, lo que conduciría a pasar de un fin de la Historia por congelación a un fin de la Historia por ultrafluidez y circulación?

Lo apasionante de lo que está ocurriendo en los países del Este, no es verles acoger dócilmente una democracia convaleciente, aportándole nuevas energías (y nuevos mercados), sino ver cómo chocan frontalmente dos modalidades específicas del fin de la Historia: la que llega a su fin por la congelación en los campos de concentración, y la que llega a su fin, al contrario, por la expansión total y centrífuga de la comunicación. En los dos casos, la solución lleva al final. 

Y puede ser que la descongelación de los derechos humanos sea el equivalente socialista de la «descompresión de Occidente»: una simple pérdida en la vida occidental de las energías secuestradas al Este durante medio siglo. El fervor de los acontecimientos puede resultar equívoco: si lo que se está dando en los países del Este no es más que una desideologización, hay un fervor mimético en los países liberales, en los que toda libertad ya se ha intercambiado por la facilidad técnica de vivir. Entonces nosotros sabremos definitivamente lo que vale la libertad, y también nos daremos cuenta de que jamás se recobra por segunda vez. 

En todo esto hay un aspecto imprevisible para nosotros, para Occidente (el Bien no puede vivir cuando el imperio del Mal se desmorona) y es que esta descongelación del Este puede ser tan nefasta a largo plazo como el exceso de gas carbónico en las capas altas de la atmósfera, creando un efecto de invernadero político, un recalentamiento tal de las relaciones humanas sobre el planeta, por fundición de los bloques de hielo comunistas, que las orillas occidentales quedarán sumergidas.

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