Prince el enano de Minneapolis
El enano de Minneapolis ha llegado a Madrid para animar con sus caprichos el desierto capitalino. Dará que hablar (ya corren rumores sobre sus escapadas nocturnas) y que bailar, y será la nota de color en este mustio agosto mesetario. De suave melocotón y aguerrido negro teñirá Prince todo lo que su mano alcance: paredes y coches; camerinos y escena; groupies y pipas. El cantante norteamericano, fenómeno casi, trae en esta gira una atracción de lujo: su mismísima novia (Maite García), enana también, que baja de los cielos escénicos encaramada en un lúdico columpio para, una vez en las tablas, dar un par de pasos y encender al rojo las libidos. Los organizadores de la gira, Creative European Group S. A., lamentaban ayer que Las Ventas no sea Wembley. Si el estadio londinense acogió el pasado día 2 a una masa enfebrecida de 60.000 almas, la arena de Las Ventas puede quedar holgada a las 16.000 personas que hasta el momento han comprado su entrada para el concierto que el músico de Pasley Park dará hoy a las 22:00.
Tal vez crea el público de Madrid que Prince ya lo ha desvelado todo a lo largo de sus anteriores conciertos en España (Cádiz, Santiago y Gijón), pero el genio de Minneapolis, buen prestidigitador, guarda siempre en la manga una carta sin descubrir. Aún no ha revelado cómo ha de llamársele o con quién tocará en el futuro; ni siquiera ha aclarado si continuará o no su carrera musical. La incógnita ha sido, desde el mismo principio de su reinado, su gran estrategia para estos tiempos de ambigüedad. Prince, Victor (identidad que sugiere en su tema .
El sacrificio de Victor) o como quiera que se pronuncie el extraño símbolo que en esta gira ha utilizado como nombre (una especie de P que incluye los distintivos de hembra y varón y que apareció por vez primera en la portada de un disco sin título publicado en 1992) se presentará al público con una gran mentira: My name is Prince; y cuando todos, crédulos, lo coreen, les devolverá la duda («¿Cómo me llamo?»): «Si estáis conmigo no necesitais llamarme». No hay nombre para este ser de corte superior que se pasea por el escenario crecido por un alto tupé y unas gigantes zancas. Durante las dos horas y media que durará el concierto en Las Ventas, Prince repasará su discografía de principio a fin, demostrando una vez más el transformismo de que es capaz.
Comenzará evocando las formas de su maestro Frank Zappa que retraerán al respetable a aquellos salvajes años 70, cuando el pacifismo y el amor libre de los hippies empezaban a engendrar violencia en una juventud impotente frente a los hechos. El rock ocupará la primera parte del concierto (Let's go crazy, Sexy MF o Sign'o'n the times) y devendrá en sonidos calientes (Scandalous), ritmos melódicos (Beautiful ones) y tonos íntimos (Purple rain). Los más entendidos medirán las fuerzas del príncipe en su nueva composición, Peach, que junto a Pink Cashemere y Pope se editará en un compact triple de grandes éxitos que dentro de unas semanas estará a la venta en España. Además, el cantante incluye en esta gira el tema Nothing compares to U, popularizado por la rebelde Sinead O'Connor y que nunca antes su autor había interpretado. P-Victor-Prince despedirá con esta gira, que mañana concluye en Barcelona, a su banda de músicos: The New Power Generation ha decidido separase del líder y comenzar una carrera por su cuenta. Pero esta ruptura no parece haber puesto nervioso a P.
El músico, que desde hace dieciséis años vive unido a la Warner Records por el cordón umbilical de un millonario contrato, se ha cuidado de sembrar la duda sobre su futuro declarando que sus composiciones hasta la fecha superan la producción pactada por la casa discográfica cuando lo descubrió, a sus 19 años, vestido de aquel tétrico color lila. Dice ahora Prince que a sus 35 años ya ha compuesto material suficiente para al menos diez LPs, y que depende de su capricho lo que a partir de ahora ocurra, dejando entrever que posiblemente no vuelva a componer ni un simple acorde. Sus fans, claro, se han puesto a temblar: probablemente tengan que conformarse con los productos multimedia que el genio de Minneapolis promueva desde su vicepresidencia en la Warner. Tal vez encuentre Prince en este importante sillón el trono que le jubile.
El sacrificio de Victor) o como quiera que se pronuncie el extraño símbolo que en esta gira ha utilizado como nombre (una especie de P que incluye los distintivos de hembra y varón y que apareció por vez primera en la portada de un disco sin título publicado en 1992) se presentará al público con una gran mentira: My name is Prince; y cuando todos, crédulos, lo coreen, les devolverá la duda («¿Cómo me llamo?»): «Si estáis conmigo no necesitais llamarme». No hay nombre para este ser de corte superior que se pasea por el escenario crecido por un alto tupé y unas gigantes zancas. Durante las dos horas y media que durará el concierto en Las Ventas, Prince repasará su discografía de principio a fin, demostrando una vez más el transformismo de que es capaz.
Comenzará evocando las formas de su maestro Frank Zappa que retraerán al respetable a aquellos salvajes años 70, cuando el pacifismo y el amor libre de los hippies empezaban a engendrar violencia en una juventud impotente frente a los hechos. El rock ocupará la primera parte del concierto (Let's go crazy, Sexy MF o Sign'o'n the times) y devendrá en sonidos calientes (Scandalous), ritmos melódicos (Beautiful ones) y tonos íntimos (Purple rain). Los más entendidos medirán las fuerzas del príncipe en su nueva composición, Peach, que junto a Pink Cashemere y Pope se editará en un compact triple de grandes éxitos que dentro de unas semanas estará a la venta en España. Además, el cantante incluye en esta gira el tema Nothing compares to U, popularizado por la rebelde Sinead O'Connor y que nunca antes su autor había interpretado. P-Victor-Prince despedirá con esta gira, que mañana concluye en Barcelona, a su banda de músicos: The New Power Generation ha decidido separase del líder y comenzar una carrera por su cuenta. Pero esta ruptura no parece haber puesto nervioso a P.
El músico, que desde hace dieciséis años vive unido a la Warner Records por el cordón umbilical de un millonario contrato, se ha cuidado de sembrar la duda sobre su futuro declarando que sus composiciones hasta la fecha superan la producción pactada por la casa discográfica cuando lo descubrió, a sus 19 años, vestido de aquel tétrico color lila. Dice ahora Prince que a sus 35 años ya ha compuesto material suficiente para al menos diez LPs, y que depende de su capricho lo que a partir de ahora ocurra, dejando entrever que posiblemente no vuelva a componer ni un simple acorde. Sus fans, claro, se han puesto a temblar: probablemente tengan que conformarse con los productos multimedia que el genio de Minneapolis promueva desde su vicepresidencia en la Warner. Tal vez encuentre Prince en este importante sillón el trono que le jubile.
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