La joya turca
John Crofoot patea la ladera con andares de íbice ojo avizor y aprovechando el sol del amanecer, este historiador amateur toma medidas: «El agua subirá 130 metros y ocupará los dos kilómetros de ancho del cañón. El futuro pantano tendrá 400 kilómetros cuadrados». Hundirá 60 poblaciones, obligará a desplazar a 60.000 personas e inundará 550 monumentos históricos.
Cuentan las tablas cuneiformes que cuando el hombre recién trituraba la tierra con la azada, los sumerios ya habitaban el lugar. Tropas romanas lo fortificaron contra los sasánidas, imitadas por los bizantinos al declararlo diócesis. Los árabes bautizaron la villa como Hisn Kayf. Entre los siglos XII y XIII Artúquidas y Ayúbidas la embellecieron. Sobrevivió a las hordas de Gengis Khan y resucitó a merced del Imperio Otomano. Las bases de tres columnas clásicas asoman entre la maleza de un solar por el que sólo se pasean los animales. No hay vallas de protección ni letreros que expliquen quién las puso ahí: «Las excavaciones comenzaron en 1984, pero para desenterrar toda la historia del lugar harían falta 50 años más», explica el arqueólogo Necdet Talayhan.
Una paz monacal reina dentro de la iglesia asiria excavada en una colina cercana. Miles de cruces talladas forman un pétreo tapiz milenario: «La presencia cristiana se remonta al siglo V», recuerda Talayhan. A través de una ventana se divisan las mezquitas de Rizk y de Solimán, ambas construidas por descendientes de Saladino.
Es mediodía y un autocar se detiene junto al puente nuevo. Baja un manojo de turistas que, somnolientos, alcanza la Ciudadela. En lo alto de un promontorio, cortado súbitamente por un desfiladero, se asientan dos palacios artúquidas. Conservan esculturas zoomorfas e inscripciones cúficas. La activista Derya Engin asegura que, al salir, la mayoría se detiene en la sede de su ONG, Doga, para firmar en contra del embalse.
«El Ministerio de Cultura ha catalogado 130 monumentos en Hasankeyf y aledaños», apunta el arqueólogo. «Dondequiera que uno excave se topa con yacimientos de cualquier época», asegura. La Universidad de Batman anunció recientemente más prospecciones. Prevén hallar mosaicos romanos en unas termas junto al mausoleo de Zeinel Bey, una obra de arquitectura yafarí persa única en la península de Anatolia.
El Gobierno propuso salvar de las aguas éste y unos pocos monumentos más, algo que Talayhan rechaza. «Lo constataron otros científicos», asegura, «los restos no pueden desplazarse. Se anunció sólo para acallar a la opinión pública internacional». «Todos están en contra de la presa y de desplazar monumentos, pero creen que eso es mejor que ahogarlos», suspira Crofoot.
En 2009 Alemania, Austria y Suiza congelaron sus fondos para construir el embalse. Un banco holandés también se negó a invertir en el proyecto, lo que obligó a Turquía a presionar a la banca local para financiarse. Así se detuvieron temporalmente las obras, iniciadas en 2008. Las retomaron hace seis meses. John Crofoot reconoce, en base a fuentes propias, que la presa está a medio acabar. Hace dos semanas el juez provincial falló en contra del recurso del abogado Murat Cano para parar Ilisu. «Elevaré la causa», aseguró el letrado. Por los despachos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos hace tiempo que se habla de un pueblo turco atrapado por la corriente del Estado. Admitieron la causa pese a que no era por vía ordinaria, pero Ankara se ha blindado mediante leyes contra toda sentencia desfavorable.
La Unesco llamó: Hasankeyf reúne nueve de las 10 posibles condiciones por las que un lugar puede ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Erdogan la desdeña y se reta a finiquitar Ilisu en 2015. «Para el Gobierno es un asunto más político que energético. La presa limitará el movimiento de la guerrilla PKK por la zona y controlará el flujo que abastece a Irak, una ventaja en la guerra por el agua», aclara Derya Engin.
Los dedos del octogenario Fares deslizan livianos la lanza entre el urdimbre. «Si no hay opción habrá que irse. Pero no quiero», sentencia el tejedor. Tampoco Onur, quien desea seguir junto a sus chivos. Noche en la Alta Mesopotamia. Al otro lado del Tigris, sobre una colina, los cuatro flamantes edificios del nuevo Hasankeyf amedrentan a 3.000 habitantes vencidos gradualmente por la resignación. Hoy volverán a soñar que las aguas regresan a su cauce.
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