Todos tenemos derecho a huir

Las noticias cotidianas del éxodo de los ciudadanos de Alemania Oriental hacia Alemania Occidental, éxodo no ya esporádico e individual como el que se producía en años anteriores a través del muro de Berlín, sino continuo y colectivo, deberían llamar la atención de los estudiosos de la política sobre un tema políticamente pertinente pero que suele descuidarse mucho y que es el de la huida. 

Que yo sepa, le ha dedicado algunas páginas de excepcional densidad Elías Canetti en ese fascinante libro que es Massa e potere (La masa y el poder). Existen fundamentalmente dos modos de comportarse frente a un poder opresor: la resistencia y la huida. Por resistencia entiendo también todas las modalidades de la desobediencia civil, activa y pasiva. En la huida incluyo todas la maneras de escapar de las garras de un poder. 

Mientras que la resistencia es un tema clásico de la teoría política, hasta el punto de haberse ido afirmando con los siglos la idea de un verdadero «derecho a la resistencia» propiamente dicho (es uno de los cuatro derechos fundamentales proclamados en la declaración de derechos de 1789, nunca tan celebrada como este año), el tema paralelo de la huida no suele tratarse, salvo excepciones. 

Tampoco es frecuente que se suscite, paralelamente, el problema del derecho a la huida, a diferencia de lo ocurrido en la teología moral, donde desde los primeros siglos se discute ampliamente el problema de si es licito huir frente a las persecuciones con la intención de evitar el martirio. El problema no es desconocido para los juristas, tanto en el ámbito del derecho internacional como en el derecho interior, sobre todo en lo que se refiere a las fugas de las cárceles. 

En estos últimos años se ha vuelto común entre los politólogos distinguir entre dos maneras de sustraerse a la dominación, a las que si denomina «exit» y «voice». «Exit» significa marcharse, «voice» significa protestar. La alternativa al abandono del país es la protesta. O te vas o protestas. O, dicho de otro modo, si no puedes protestar, vete. 

Estas dos soluciones son, más o menos conscientemente, una repetición (si bien no dramática y más adaptada a una sociedad en la que existen reglas para dar solución pacífica a los conflictos, como es el caso de las sociedades democráticas) del viejo contraste entre huida y resistencia.

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