La vengadora Nancy Reagan
La que fuera primera dama de Estados Unidos comienza su libro, escrito con la colaboración del profesional Willian Novak, con una particular declaración de principios: «En 1981 cuando "Ronnie" y yo nos trasladamos a Washington. Nunca hubiera pensado que esos ocho años depararían tantas emociones.
Aunque me gustara ser primera dama, ese período ha sido el más difícil de mi vida. Pasamos enfermedades, fallecieron mis padres, vivimos bajo la constante presión del cargo y sus agendas, la mirada de los medios de comunicación, la frustración de ser frecuentemente malinterpretados... Durante nuestros años en la Casa Blanca dije muy poco sobre cómo me sentía, pero ahora es mi turno para relatar qué sucedió». El primer capítulo, titulado «Ha habido un tiroteo», nana el atentado padecido por el mandatario estadounidense tan solo setenta días después de jurar el cargo. «Cuando volvimos a casa, comencé a reflexionar sobre lo cerca que había estado de perder a mi marido. Seguro que John Hinekley había actuado bajo la influencia de "Taxi Driver". Creo que hay demasiada violencia en el cine y la televisión.
Me afectaron tanto esos días que durante un par de años no podía ni siquiera oír la palabra "tiro". Durante mucho tiempo me referí al atentado como "30 de marzo" o "aquello que le pasó a Ronnie"...» Tras treinta años de matrimonio Nancy se halló pensando que «nada ni nadie te prepara para ser primera dama. Washington era una ciudad muy dura y yo no sabía como llevarlo».
Pronto llovieron las críticas sobre las renovaciones decorativas aplicadas a la Casa Blanca o sus gastos de vestuario pagados con fondos públicos. «Nunca expliqué bien que los diseñadores me dejaban los vestidos y luego los devolvía. Ese fue mi error». Por suerte, siempre estaba ahí «Ronnie» para brindarle apoyo moral. «Su secreto radica en no tener secretos. Ronald Reagan es exactamente el hombre que aparenta ser.
El hombre público no difiere en nada al esposo. Nunca se preocupa o pierde la moral». «Durante los meses del asunto IránContra, las encuestas aseguraban que el país empezaba a dudar de su integridad, algo que me puso realmente nerviosa. Una noche le llegué a preguntar:"¿No estás preocupado o es que disimulas para no preocuparme?" En efecto, no lo estaba. Francamente, a veces me pone furiosa que "Ronnie" no pierda la calma ni en los momentos más delicados, en especial cuando sus consejeros no le asesoraban como era debido.
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