Las tonterías del lenguaje
El día en que la ex ministra de Igualdad, Bibiana Aído, acuñó la palabra «miembra» en el Congreso de los Diputados -junio de 2008- se convirtió en combustible de críticas e ironías de muy diverso peso y pelaje al tomar el idioma como un escudo de género. Para combatir el machismo galopante en tantos ámbitos de la sociedad española no resulta necesario (ni recomendable) alcanzar el paroxismo confundiendo el género gramatical con las razones del sexo.
Esta y otras cuestiones llevaron al gramático Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española (RAE), a estudiar nueve guías sobre lenguaje no sexista elaboradas por comunidades autónomas, sindicatos y universidades.
Y con los resultados de esa tarea desarrolló el informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, respaldado por 26 miembros de número de la RAE, y donde pone en limpio ciertos excesos que llevan a «suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo, de forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no sigan tal directriz, ya que no garantizarían 'la visibilidad de la mujer'», explica.
Y con los resultados de esa tarea desarrolló el informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, respaldado por 26 miembros de número de la RAE, y donde pone en limpio ciertos excesos que llevan a «suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo, de forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no sigan tal directriz, ya que no garantizarían 'la visibilidad de la mujer'», explica.
Las guías analizadas son de la Junta de Andalucía y de la Generalitat Valenciana; de las universidades de Málaga (junto con el ayuntamiento de esta ciudad), Granada, Politécnica de Madrid, UNED y Murcia, y de Comisiones Obreras -en colaboración con el extinto Ministerio de Igualdad- y UGT. Y algunas representantes de estas instituciones se han mostrado molestas con el trabajo de Bosque y su equipo de lingüistas. Es el caso de la consejera de Igualdad de Andalucía, Micaela Navarro: «En la gramática tenemos que caber y nos tenemos que sentir reflejados todos y todas», exclama. Pero justo es ahí donde incide este informe: en la necesidad de diferenciar género gramatical y sexo.
A las críticas de los responsables de las guías se suman las voces disonantes de las portavoces de la Comisión de Igualdad del Congreso del PP, PSOE, CiU e IP. «Este informe sí muestra que en nuestra sociedad en todos los momentos se ha primado lo masculino y no lo femenino. Por lo tanto demuestra usos y costumbres que favorecen al masculino. No obstante, la sociedad se está transformando y debe transformarse al compás de esas modificaciones sociales», según la popular Marta González.
En la propuesta de Ignacio Bosque lo que hay es un afán de apuntar, no de corregir o enmendar lo que cada individuo hace con el idioma, cómo lo articula, cómo lo detona: «No está escrito para solventar estas dificultades, sino más bien para llamar la atención sobre propuestas que se difunden cada vez más. Es muy sorprendente que se consideren sexistas una serie de pautas lingüísticas que forman parte del español común de tantos millones de hablantes. Por otra parte, en este informe no se dice nada que la RAE no haya explicado con detalle en su Gramática y en su Diccionario de dudas», sostiene.
La almendra del debate no está en verdad en las grietas del lenguaje, sino en su articulación, en su combustible macho, en su pólvora manipulada. Pero la RAE y las chicas no se ponen de acuerdo.
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